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La música como tortura / La música como arma

Suzanne G. Cusick

Traducción: Sebastián Cruz y Ruben Lopez Cano


Resumen
Uno de los aspectos más sorprendentes de la cultura musical de posguerra de los Estados Unidos es el uso sistemático de la música como arma de guerra. Esto surgió a la luz pública por primera vez en 1989 cuando las tropas de los Estados Unidos utilizaron como fuerza de ataque, música a alto volumen con el fin de hacer rendir al entonces presidente de Panamá, Manuel Noriega. Hoy, el uso del "bombardeo acústico" se ha vuelto una práctica estándar en los campos de batalla de Irak y el bombardeo específicamente musical se une a la humillación sexual y al aislamiento sensorial, como algunos de los medios no letales con que prisioneros de Abu Grahib a Guantánamo, pueden ser obligados a entregar sus secretos sin que se violen las leyes de los Estados Unidos.

La idea de que la música puede ser utilizada como tortura nos confronta con una novedosa e inquietante perspectiva sobre las prácticas musicales contemporáneas en los Estados Unidos. ¿Qué es lo que podemos saber sobre nosotros mismos en los Estados Unidos cuando nos enfrentamos a dicha perspectiva? ¿Que nos dice sobre nosotros y nuestros antagonistas el uso que hace nuestro gobierno de la música?

Este artículo es un primer intento para entender la lógica cultural y militar en la que esta basado el uso contemporáneo de la música como arma en la tortura y en la guerra. Primero, hago un breve esbozo del desarrollo de armas acústicas hacia fines del siglo XX. Luego analizo su utilización en la batalla de Falluja en Noviembre de 2004 y resumo lo que se ha podido conocer sobre la teoría y las prácticas del uso de la música como tortura con detenidos en Irak, Afganistan y Guantánamo. También contemplo algunos aspectos de la cultura musical civil en los Estados Unidos de fines del siglo XX que resuenan con los conceptos de la música como arma que tienen los de la comunidad de seguridad de los Estados Unidos. Más adelante hago un breve recuento de la manera como se discute la música como tortura en los foros virtuales que integran la blogósfera. Finalmente, bosquejo algunas preguntas para investigaciones y análisis futuros.


Exordio

Este ensayo es un reporte sobre la etapa inicial de un proyecto que comenzó no a partir de mi trabajo musicológico sino en un momento de mi vida personal. En la primavera del 2003 estaba leyendo el libro Baghdad Diaries de Nuha al-Radi que es un recuento de su vida antes, durante y después de la primera Guerra del Golfo. Leí:

Luego de que se terminó la guerra, los aliados pasaban todo el  día y toda la noche volando sobre nuestras cabezas rompiendo la barrera del sonido. Justo como en Panamá cuando atacaron con música a Noriega que estaba encerrado en la embajada del Vaticano. Durante quince días, Bush ensordeció al pobre embajador del Vaticano y a Noriega con rock pesado. Nuestra tortura duró meses—20 ó 30 veces, de día o de noche… (al-Radi 1998: 58).

“Entonces” pensé, “esas acciones de soldados o exaltados o aburridos que habían visto Apocalypse Now demasiadas veces, posiblemente no eran sólo tonterías pasajeras. Posiblemente se trataba de una política concreta”.  A medida que proliferaban reportes de prensa confirmando el uso de música en el campo de batalla y su uso en interrogatorios, inicié una investigación intermitente acerca de un fenómeno de la actual “guerra global contra el terrorismo” que me hiere particularmente como músico: me hiere en una parte de mi sensibilidad que permanece residualmente adherida a la noción de que la música es hermosa, incluso trascendental. Para mí la música es una práctica que siempre me conducía a la contemplación de la relación entre cuerpo y placer; no a la contemplación de cuerpos adoloridos.

Mi intención aquí no es la de emprender un debate moral, ético o político acerca de la tortura, si bien éstos temas son interesantes en sí. En su lugar, ofrezco un esbozo de una taxonomía del complejo tema que el título del ensayo denota—el uso por parte del gobierno de Estados Unidos del sonido y la música como un arma en el campo de guerra y el uso de la música en la interrogación de “detenidos” en la actual “guerra global contra el terrorismo”. Es una taxonomía salpicada con preguntas y especulaciones acerca de las maneras en las que esos usos de la música interactúan con aspectos más familiares de la cultura musical reciente en los Estados Unidos.

La música (o el sonido) como arma

Las “armas acústicas” han sido desarrolladas por contratistas que trabajan para el Departamento de Defensa desde, por lo menos, de la creación en 1997 de la  Agrupación Común de Armas No-Letales (Joint Non-Lethal Weapons Task Force). El desarrollo de armas acústicas representó un tercio del presupuesto de la agrupación entre 1998 y 1999.[1] Por lo tanto, no pertenecen exclusivamente a las guerras del siglo XXI, o al gobierno actual. El primer contrato del que tengo conocimiento para este tipo de armas se firmó el 18 de noviembre de 1998, autorizando a la ya desaparecida Synetics Corporation a producir un rayo de alta precisión de infrasonido, es decir, ondas de vibración de menos de 100 vps, diseñado para producir efectos que pueden ser desde “incapacitantes hasta letales”.[2] En 1999 Maxwell Technologies patentó el Hypersonic Sound System (el Sistema Hipersónico de Sonido) otro “aparato de alta precisión diseñado para controlar multitudes hostiles o neutralizar secuestradores”.[3] El mismo año Primex Physics International patentó tanto el “Acoustic Blaster” que produce “ondas de impulso repetitivas” de 165dB dirigibles desde una distancia de 50 pies (aproximadamente 15 metros) para “aplicaciones antipersona (antipersonnel)”, y el “Sequencial Arc Discharge Acoustic Generator (Generador Acústico de Descarga de Arco Secuencial)” que produce “ondas de sonido impulsivo de alta intensidad por medios puramente eléctricos” [4] .

Hasta donde sé, ninguna de estas armas ha sido utilizada en las guerras actuales. En la carrera de armas no letales, la tecnología anterior ha sido sustituida por un sistema que la American Technology Corporation desarrolló después del año 2000: el Aparato Acústico de Largo Alcance, o LRAD (Long Range Aboustic Device) por sus siglas en Inglés.[5] El LRAD es capaz de proyectar una “franja de sonido” (de 15 a 30 pulgadas de ancho) a un promedio de 120 dB (máximo 151 dB) y tiene un alcance de 500 ó 1000  metros (dependiendo el modelo que se compre).  El LRAD está diseñado para llamar barcos, auxiliar en la ejecución de comandos de batalla o de control de multitudes, o dirigir un “llamado de atención en un tono altamente irritante con el objetivo de modificar el comportamiento”. (http://www.atcsd.com). Para Marzo de 2006, 350 sistemas LRAD habían sido vendidos: a la fuerza naval de Estados Unidos, a los Guarda Costas de los Estados Unidos, a varias compañías de envíos comerciales para control marino; a las fuerzas armadas y Marines de los Estados Unidos para uso de unidades PsyOps (de Operación Psicológica); a retenes y establecimientos donde hay gente en custodia; a los departamentos de policía de Boston, Nueva York, Los Ángeles, Santa Ana, y el condado de Broward en la Florida. Según la compañía PsyOps número 361 de las fuerzas armadas estadounidenses, los LRAD son usados

para despejar calles o techos durante operativos de búsqueda, para diseminar información, y para poner al descubierto francotiradores enemigos, que son subsecuentemente destruidos por nuestros francotiradores(Davison y Lewer 2006).

También se puede utilizar para “disparar” explosiones cortas de “intensa energía acústica” con el fin de incapacitar  a la gente creando desorientación espacial. Armas similares utilizadas en Gaza por Israel producen el efecto de “ser golpeado por una pared de aire que es dolorosa para los oídos, causando a veces sangrado por la nariz y dejando al individuo temblando por dentro” (Davison y Lewer 2006).

Con capacidades para dirigir “música a través de un reproductor integrado de MP3”, y de aceptar “aparatos externos de audio, como reproductores de CD y MP3”, los LRAD han sido enviadas con unidades de combate desde el otoño de 2003. De acuerdo a un vocero de la ATC, fueron usados en Irak en 2004 “para reproducir música a volúmen muy alto y sonidos desestabilizadores, con evidentes resultados favorables como herramienta para las PsyOps, causando que la insurgencia reaccionara de maneras que incrementaban su vulnerabilidad considerablemente.” [6]  Seguramente, LRADs fueron los medios con los que la compañía PsyOps número 361 “preparó el campo de batalla” para la toma de Fallujah en Noviembre del 2004 bombardeando la ciudad con música: supuestamente con las canciones “Hell’s Bells” y “Shoot to Thrill” de Metallica, entre otras (DeGregory 2004). Ben Abel, vocero de PsyOps, le explicó al reportero Lane deGregory del St. Petesburg (Florida) Times, “Estas misiones de acoso funcionan especialmente bien en escenarios urbanos como Fallujah. Los sonidos simplemente no cesan de reverberar por las paredes”. Abel agregó “No es tanto la música como el sonido. Es como lanzar una bomba de humo. El objetivo es desorientar y confundir al enemigo para ganar ventaja táctica” (DeGregory 2004). Abel aclaró que aunque la táctica de bombardear al enemigo con sonido fue una decisión tomada en altos niveles de mando, la selección de la música fue dejada a elección de los soldados en el terreno “...nuestros hombres han demostrado una gran creatividad a la hora de escoger sonidos que creen que afectarían al enemigo... Ellos tienen sus propios reproductores de Mini-Disc con su propia música, además de cientos de sonidos bajados del internet. Escogen las canciones de acuerdo al gusto personal. Tenemos a gente muy joven tomando estas decisiones”. (DeGregory 2004). En el campo de batalla, entonces, el uso de música como arma se percibe como de menor importancia con respecto a la capacidad que tiene el sonido para afectar la orientación espacial de una persona, su sentido de equilibrio, y coordinación física. Ya que la música es considerada de menor importancia, la elección del repertorio está delegada a la creatividad individual de soldados PsyOps.

La música como tortura.

Aunque parece ser más común y antiguo, es menos fácil ubicar el uso calculado de la música para “la interrogación de detenidos”, es decir, en situaciones que algunos activistas de derechos humanos describen como “tortura”, que estudiar su uso como arma. La evidencia proveniente de la guerra actual es irregular. Se basa fundamentalmente en reportes de organizaciones de derechos humanos, en reportajes periodísticos sobre exprisioneros o en declaraciones que detenidos actuales han realizado a sus abogados. Existen también leyendas urbanas que circulan por Internet que en ocasiones son confirmadas por alguna de las fuentes anteriores. De todos modos, es absolutamente claro que la música juega un papel importante en la interrogación de detenidos en la guerra contra el terrorismo. Ya en Mayo de 2003 la BBC informó que el ejercito estadounidense utilizó “Enter Sandman” de Metallica y “I Love You” de Barney el Dinosaurio Morado en las interrogaciones de detenidos Iraquíes, repitiendo las canciones una y otra vez a alto volumen dentro de contenedores de transporte.[7] Dentro de los documentos obtenidos por la ACLU (American Civil Liberties Union, o el Sindicato de las Libertades Civiles Americanas) está incluido un correo electrónico de un agente no identificado del FBI, fechado el 5 de diciembre de 2003, que describe por lo menos tres incidentes que involucran a detenidos de Guantánamo encadenados al suelo y sometidos a “Calor extremo, frío extremo, o música rap a un volumen extremo” [8] . La edición del 12 de Junio de 2005 de la revista Time incluyó una historia basada en el diario de 84 páginas de los interrogatorios en Guantánamo de Mohammed al Qahtani desde Noviembre de 2002 hasta Enero de 2003 (Zagorin y Duffy 2005) [9] . Los interrogatorios de Qahtani empezaban a la media noche; cuando él empezaba a quedarse dormido era despertado ya fuera con agua sobre su cabeza, o con el sonido de la música de Christina Aguilera. En Diciembre de 2005, Human Rights Watch publicó breves recuentos personales de detenidos liberados de una prisión secreta en Afganistán, muchos de los cuales aseguraron que parte de su experiencia fue la de estar detenidos en espacios de total oscuridad y ser obligados a escuchar música que describieron como “insoportablemente dura”, “infiel” u “Occidental”.  La misma publicación incluía el relato del prisionero de Guantánamo, Benyan Mohammed , un etíope que había vivido en Inglaterra, y que fue obligado a escuchar música de Eminem (Slim Shady) y Dr. Dre durante veinte días antes de que reemplazaran la música por “sonidos de horribles risas de fantasmas y sonidos de Halloween” [10] . Una historia larga publicada en el New York Times el 19 de Marzo de 2006, describe el “Campo Nama” en detalle. Éste era el centro operativo de una unidad de interrogatorios para varias agencias en el aeropuerto internacional de Bagdad. Aquí, “detenidos valiosos”  (aquellos quienes se cree tienen información directamente relacionada con movimientos en el campo de batalla, líderes terroristas, o ataques terroristas inminentes) eran inicialmente enviados al denominado “cuarto negro” (un espacio del tamaño de un garaje, sin ventanas y pintado de negro) en el que “música rap y rock n’ roll estallaba en decibeles ensordecedores por un altoparlante” (Schmitt and Marshall 2006) [11] .  La lectura de estos reportes sugiere que la “música ensordecedora” es usualmente dirigida a un detenido que ha sido encadenado en una posición de estrés, en un espacio completamente oscuro que han puesto incómodamente caliente o frío.


“Tortura sin contacto”

Sería posible concluir a partir de la evidencia de la prensa popular que el uso de música en “interrogatorios” es (como declaró una de las fuentes de la historia de 2003 de la BBC) “bastante reciente”. Lamento informar que mis lecturas sugieren lo contrario. Ni tampoco es un comportamiento casual o malintencionado de algunos interrogadores o miembros de la policía militar que son particularmente sádicos (o muiscales o creativos). Es, en cambio, un componente de un conjunto de prácticas estándar para interrogaciones desarrolladas por la CIA (con la cooperación de agencias de inteligencia de Inglaterra y Canadá) durante la segunda mitad del siglo XX. Se trata de un conjunto de prácticas estándar que incluyen  el encapuchar,  el someter a posiciones de estrés,  y la humillación sexual y cultural que las fotos que salieron de la cárcel de Abu Ghraib nos permitieron ver. Quienes promueven estas prácticas las llaman  “Tortura sin contacto (no touch torture)” [12] .

En su libro de 2006 Una Cuestión de Tortura, el historiador Alfred W McCoy ubica los orígenes de la “tortura sin contacto” en un programa financiado por la OSS, la CIA, y los servicios de inteligencia de Canadá y Gran Bretaña en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Preocupados por el éxito de los Soviéticos en “lavarle el cerebro” a sus detenidos y destruir su voluntad, estas agencias apoyaron estudios en las universidades  de Yale, Cornell y McGill con el objetivo de descubrir cómo los americanos y canadienses podían lograr lo mismo.[13] En los años 50s los contratos de investigación se concentraron en tres áreas: 1) el gobierno canadiense financió investigación en la Universidad de McGill que exploraba el impacto devastador de la privación sensorial y de la manipulación sensorial (que posteriormente incluiría el encapuchar); del ruido continuo (a alto volumen o no) y de lo contrario, el aislamiento sonoro; la desorientación temporal y el suministro de comidas y bebidas de forma errática; 2) la CIA financió estudios en Cornell y Yale sobre los efectos del dolor auto-inducido (que posteriormente incluiría las posiciones de estrés, y escenarios que provocaban humillación personal, sexual o cultural); y 3) la CIA financió investigaciones en Yale sobre la capacidad de personas ordinarias para causar dolor letal a otros.

Los reportes de estos experimentos revelan una ingenuidad generalizada y un prejuicio cultural que causaría risa hoy en día. Sin embargo, los resultados de estos estudios son las premisas fundamentales de lo que la Comisión Europea de Derechos Humanos describió en 1976 como un “sistema moderno de tortura” (McCoy 2006: 57). Este sistema moderno busca combinar “desorientación sensorial” (aislamiento, estar de pie, extremos de calor y frío, luz y oscuridad, ruido y silencio) con dolor auto-inducido, tanto físico como psicológico, con el fin de “desintegrar la identidad” de un prisionero [14] . Ya sea que esta desintegración tome la forma  de  una regresión inducida a un comportamiento infantil o de una esquizofrenia inducida, el efecto de la  destrucción de la subjetividad “es bastante parecido a lo que le sucede a alguien que ha sido golpeado, mal nutrido o privado de sueño”.[15] El prisionero se vuelve psicológicamente indefenso ante la autoridad de los interrogadores, tan dependiente de ellos como incapaz de resistir. Además, los datos de los experimentos mostraron que este “sistema moderno de tortura” es mucho mas efectivo que golpear o hacer sufrir de hambre, pues logra la desintegración psicológica en días en vez de semanas o meses. Además, como anotó un investigador de la CIA,  resulta sumamente difícil de documentar, ya que, a excepción de mantener a alguien de pie (que puede causar marcas o inflamación grotesca de los pies y las piernas), estas “técnicas” no dejan marcas visibles en la superficie carnosa del cuerpo.

Institucionalizado en 1963 en el Kubark Counterintelligence Interrogation Handbook (del que se pueden encontrar fragmentos desclasificados en internet), las técnicas de “tortura sin contacto” fueron usadas, y de hecho, probadas una y otra vez, por las fuerzas de contrainsurgencia de la CIA hasta adentrados los años 70s, por los ingleses en el norte de Irlanda, y por unidades policiales en Uruguay, Brasil, Guatemala, las Filipinas, Irán, Argentina y Chile que fueron entrenadas por el Departamento de Seguridad Pública de Estados Unidos (1962-74) en el Centro de Inteligencia del Ejercito Estadounidense en Fuerte Huachuca, Arizona, o en la escuela militar Estadounidense de las Américas  (basada en Panamá hasta 1976, y ahora instalada en Fuerte Benning, Georgia).[16]  Aunque las técnicas de interrogación de la CIA no se mencionan en las ediciones de 1992 o de Septiembre de 2006 del US Army’s Field Manual for Human Intelligence Collection (Manual de Campo para la Recolección de Inteligencia Humana del Ejército Norteamericano, HUMINT), el texto principal de entrenamiento en el Fuerte Huachuca, parece, sin embargo, que estas formaron parte del entrenamiento de los interrogadores del ejército y unidades PsyOps en el Fuerte. (La música mencionada con mayor frecuencia en reportes de estos entrenamientos es la canción “I Love You” asociada con Barney el dinosaurio Morado.). En los manuales de campo, los elementos de la “tortura sin contacto” se clasifican como parte de la sección “estrategias psicológicas adicionales” donde se alienta a los interrogadores a implementar cualquiera de las dieciocho “formas de aproximación” desclasificadas a un informante (algunas de ellas llevaban nombres como “llenar de miedo” (fear up) o “derrumbar el ego” (ego down).[17] Si uno lee cuidadosamente lo que dice la prensa o los reportes de organizaciones de derechos humanos acerca de la “tortura sin contacto”, se pueden rastrear los incidentes no a personal uniformado , sino a ocasiones en las que equipos de múltiples agencias, es decir, equipos que incluyen operativos de la CIA y  Consejeros de Ciencias del Comportamiento, llevan a cabo los interrogatorios .

En parte porque los operativos de la CIA están específicamente exentos de los requerimientos exigidos por el Acta del Comité Militar (Military Commisssions Act) de 2006 y en parte porque los elementos de la “tortura sin contacto” son parte de lo que podría llamarse la tradición oral militar. Todos los elementos de la “tortura sin contacto”, excepto la tortura del agua y extremos de calor y frío permanecen permitidos bajo la recién firmada Acta del Comité Militar de 2006. Está última es sumamente permisiva con ciertos abusos y se ha dictado para prevenir algún enjuiciamiento internacional por violaciones a la Convención de Tortura de la UN. Más aún, el acta prevé que ciertas irregularidades sean perdonadas retroactivamente.[18]


Resonancias culturales

La “tortura sin contacto”, comparte con las armas no letales la ventaja de no dejar marcas causadas directamente por los interrogadores en la superficie carnosa visible del cuerpo. Por ende, son difíciles de probar y de asociar a las imágenes de tortura comunes en nuestra la cultura visual y literaria. La premisa de la “tortura sin contacto” es sin embargo consistente con la premisa que subyace a las armas no letales, incluyendo aquellas que usan sonido; así como con la premisa con la que las unidades PsyOps usan sonido o música para preparar el campo de batalla. La premisa en común es que el sonido puede lastimar seres humanos, sin matarnos, en una amplia variedad de maneras. Lo que diferencia el uso del sonido o de la música en el campo de batalla y el uso del sonido o de la música en los cuartos de interrogatorios, es la ubicación declarada del daño. Los teóricos de su uso en el campo de batalla enfatizan el efecto del sonido en el cuerpo, mientras que los teóricos del cuarto de interrogatorios se enfocan en la capacidad que tienen la música y el sonido para destruir la subjetividad. Aquí hay algo sobre la intersección de la relación entre mente y cuerpo con la distinción entre espacio privado y público, y la jerarquía de comandos y operaciones de campo, que en un futuro quisiera discutir más a fondo.

También quisiera profundizar un poco más sobre las inquietantes resonancias entre la estética implícita de los teóricos de la “tortura sin contacto” y la estética compartida por un amplio rango de culturas musicales desde los años 60s; las culturas musicales que formaron mi sensibilidad, y, posiblemente, la sensibilidad de quienes diseñaron, quienes decretan y quienes implementan los elementos acústicos de la “tortura sin contacto” y de la batalla acústica. Hay dos elementos que encuentro especialmente inquietantes. Primero, ambas estéticas diluyen la distinción entre sonido y música. Pero mientras muchos compositores, músicos y académicos tienden a concebir la disolución de esta distinción como la producción de un continuum acústico, los actores del estado parecen tener muy clara la idea de que la “música”, con toda su especificidad cultural, es menos importante que el poder del sonido en si mismo.[19] ¿De qué manera, me pregunto, podría uno interpretar la jerarquía del sonido por sobre la música, impuesta por el estado? Específicamente, ¿cómo puede servir al estado la inscripción de dicha jerarquía fuera del campo de batalla y de los centros de interrogatorios? Segundo, los interrogadores del estado comparten con muchos músicos, compositores y académicos en la vida civil la noción de que escuchar música puede disolver la subjetividad, llevando a la persona a un estado paradójico que es simultáneamente una experiencia altamente corporeizada y descorporeizada, en la intensidad con que la música hace que uno olvide elementos importantes de la identidad propia, y se pierda la noción del tiempo trascurrido. Las prácticas e ideologías de la escucha de la música clásica sugieren que tal éxtasis inducido por la música es producido por la intensa atención prestada a las relaciones entre los sonidos mismos. Esa forma de escuchar, escribió Fred Maus recientemente, “busca la identificación con el aspecto controlador de la persona”. Fred luego cita a Edward T. Cone “El objetivo...debe ser la identificación con el aspecto total de la persona musical convirtiendo en propias las expresiones de la música” (Maus 2004: 36). ¿Puede esta noción sobre la escucha, propagada en universidades de élite de Estados Unidos (incluyendo aquellas bajo contrato con la CIA) en la segunda mitad del siglo XX, haber influido a los arquitectos de la “tortura sin contacto”? ¿Es, en si misma, otro síntoma del estado de seguridad nacional en que se ha convertido los Estados Unidos desde la era de la segunda guerra mundial? ¿De qué manera puede esa noción de escucha, que depende de la negación tanto de fenómenos puramente acústicos como de experiencias psicosomáticas no acústicas que acompañan la escucha, haber interactuado, en estos años, con la noción que los teóricos de la “tortura sin contacto” comparten con varias propuestas del rock psicodélico: la creencia de que la música disuelve la subjetividad en conjunto con otras experiencias psicosomáticas, y siempre opera en parte a través de sus efectos corporales? ¿De qué manera, si es que sucede, pueden las dos diferentes nociones de cómo la música quiebra la subjetividad complementar las distinciones propuestas por el estado entre “sonido” y “música”, “comando” y “ejecución de campo”, “arma” e “interrogación”? ¿De qué manera interactúa nuestro comportamiento musical (especialmente como académicos y maestros) con estas distinciones?


Música, tortura, y la blogósfera
(o, ¿si Es tortura? ¿Cual es la lista de canciones?)

Casi todas las historias en la prensa masiva de los Estados Unidos acerca del uso de la música para “torturar” detenidos han provocado respuestas en el mundo virtual conocido como la blogósfera. Descubrí estas respuestas por accidente, pero me di cuenta rápidamente que eran por lo menos tan importantes para entender la relación entre “música como tortura” y la cultura musical de la vida civil, como el pensar en los modos de escuchar música clásica. De alguna manera, he pensado, las respuestas en la blogósfera documentan un aspecto importante de la vida civil en Estados Unidos durante la guerra actual, es decir, en el frente de guerra en casa.

La mayoría de las respuestas en los blogs consisten en la publicación de la noticia, seguida por un puñado de comentarios inconexos. Algunas, sin embargo, consisten de conversaciones que duran desde una hora o dos (a la hora del almuerzo o durante las primeras horas de la noche) hasta varios días. Estas conversaciones más largas toman una de dos rutas. Las comunidades de los blogs que aceptan sin cuestionar la idea de que la música es utilizada para torturar detenidos pasan rápidamente a discusiones políticas acerca de la tortura tout court ,  tal como ha sido definida por leyes recientes de Estado Unidos, y por la reciente ley internacional. Generalmente estas conversaciones nunca regresan al tema de la música. Pero la otra ruta, tomada por comunidades de los blog que se preguntan ¿la música puede ser tortura? se quedan generalmente enfocados en el tema de la música por bastante tiempo, independientemente de cómo haya sido contestada la pregunta.[20]

“Comparar un cuarto frío o música a un alto volúmen con tortura es el peor tipo de relativismo moral”, escribió MayBee el pasado 29 de Septiembre en http://justoneminute.typepad.com, Soylent Red respondió inmediatamente “Cuidado, MayBee. No queremos que nadie llore o sufra por una baja de su autoestima”.  Este intercambio inspiró una enérgica competencia entre varios bloggers acerca de la mejor manera de torturar detenidos, que se desprendían todos del segundo comentario de Soylent Red:

Pero tal vez podamos hacer limonada con esto. Admitir gays abiertamente al ejército, pero solo como policía militar o recolectores para HUMINT. Convertir a Guantánamo en un carnaval de orgullo gay de un año entero. Todo lo que esta gente come, en lo que duermen, o lo que se sea, va a haber sido tocado por homosexuales. Cada vez que se duchen van a ser observados por homosexuales . Reinstaurar periódicas requisas sin ropa. Y cada interrogación comienza con las palabras: “Sabes, te he estado observando”.

Al final de la hora MayBee había regresado la discusión al tema de la música, escribiendo sobre la canción de Red Hot Chili Peppers,  Lo que tengo, tengo que ponerlo en ti (What I got, I got to get it put in you)...”Especialmente si es tocado en un campo administrado completamente por homosexuales y con un letrero enorme en la entrada que dice ‘El Lugar Más Gay en la Tierra’, yo me quebrantaría antes del almuerzo”. El mismo fin de semana en la página web http://volokh.com Charlie (Colorado)  se burlo de la idea, llamándola absurda, de que “Música a un alto volumen y con gestos sexualmente sugestivos de mujeres atractivas se pudieran convertir en ‘tortura’, cuando gente que no está siendo interrogada paga una buena cantidad y da propinas generosas para tener la misma experiencia”. StrategicHamlet (mail) contestó

Estoy de acuerdo...Cualquiera que haya hablado con una dominatrix profesional sabe que hay una buena cantidad de gente en este país que está dispuesta a pagar por ser mas bien brutalmente torturados.

Ambos intercambios sorprenden por la ligereza con la que confirman un aspecto de la vida musical contemporánea que para algunos de nosotros requirió esfuerzo articular en los años 90s: la fácil conexión, en la mente de nuestros contemporáneos, entre música y sexualidad. El primer intercambio implica que la “tortura” con música podría ser similar a una “tortura” que indujera la homofobia, mientras el segundo compara la “tortura” con música a la “tortura” de una fantasía heterosexual deseable por la que hombres de Estados Unidos estarían dispuestos a pagar.

Blogs cuyas comunidades aceptan que la música puede ser tortura sacan sus conclusiones, inicialmente,  a partir de su propia experiencia de ser forzados a escuchar música de géneros musicales o que proviene de ubicaciones culturales, que encuentran de mal gusto. Con impresionante frecuencia, estas conversaciones se inician con intercambios como este del 19 de Diciembre de 2005. Escribiendo en respuesta a una declaración de prensa del Human Rights Watch acerca del etíope forzado a escuchar rap durante 20 horas, laz escribió en The J-Walk Blog (http://j-walkblog.com), “Yo solía tener vecinos en el piso de abajo que oían rap. Y le garantizo que definitivamente tiene valor como herramienta de tortura”. Leonardo contestó “Veinte días? Yo me enloquezco luego de tres minutos!”, mientras Keith Povell comentó “Música como tortura. Ensaye oír cualquier emisora comercial (especialmente en el Reino Unido) y se podrá hacer una idea”. Muchos otros bloggers entienden a la música como una tortura a través de recuerdos de su propia juventud, o de experiencias recientes con sus hijos adolescentes. En http://forums.military.com una página blog para personal uniformado, peter3_1 comentó el 12 de Septiembre de 2006 “Slim Shady de Eminem es suficiente para llevar a un Musulman (escrito moslen, erróneamente) a la bebida! Claro que Iron Butterfly causaba lo mismo en mis padres, ni que decir de The Doors, pura tortura, pensaban ellos”. “¡Seguro que si! ¡Verdadera tortura! Rock pesado a todo volumen y el aire acondicionado puesto bien frío. ¡Eso suena como la descripción del cuarto de mi hija!”, escribió SGTBH [agregando luego, ponga Village People. Puede quedarse en el YMCA una y otra vez. Ponga Queen”. Honoloulu58 advirtió a quienes sugerían música clásica o música de teatro musical “hay que tener[les] cuidado, pueden causar un efecto calmante y/o una sensación de euforia para algunos”.]

Bloggers que aceptan la premisa de que la música puede ser tortura participan ávidos (de hecho, incluso con júbilo) en conversaciones que buscan producir la lista de canciones (playlist) ideal para uso bien sea en el campo de batalla o en el cuarto de interrogación. [21]  Dos de estos blogs,  con conversaciones particularmente creativas y mantenidas por largo tiempo son http://littlegreenfootballs.com, un blog unisex, de tendencias derechistas dirigido por el diseñador de páginas web Charles Johnson (conocido principalmente por exponer los documentos falsificados acerca del servicio militar del presidente Bush que llevaron al retiro de CBS de Dan Rather) y http://freerepublic.com, un blog agudo y derechista cuyas conversaciones musicales están dominadas por hombres. “Little green footballs” organizó un concurso para sugerencias de tortura hacia la mitad de Mayo de 2003, atrayendo cerca de 200 respuestas en cuestión de horas. Las elecciones más freucentmente mencionadas en  http://littlegreenfootballs.comfueron  “toda la música rap”,  Horse with no name, Alone Again, MacArthur Park, Honey, You Light up my Life, todos los discos de Cher, Yanni, Bobby Sherman, Kenny G, Harry Belafonte, YMCA y los BeeGees y toda la música disco.

Sea lo que sea que uno opine de la lista de canciones (Paylist) (me parece que indica la constitución demográfica del blog de forma bastante precisa), el concurso de http://littlegreenfootballs.com provocó pocos comentarios viles. De manera contrastante, la publicación en Free Republic en Junio 10, 2005 sobre una noticia acerca de la búsqueda por parte del ejército de un nuevo sistema de sonido para usar  la música como arma o como herramienta de “tortura”, desató sugerencias de repertorio ocasionalmente permeadas de veneno multivalente. Sugerencias al inicio de esa noche incluían la música de Sousa, Welk, Donnie and Marie, Barry Manilow, efectos de sonido que iban desde cantos Tibetanos hasta conejos siendo matados, la fantasía de Bill y Hillary cantando “I got you, Babe”, y “cualquier cosa por Yoko Ono”. Ono pronto se convirtió en tema de su propia mini-cadena racista y misógina de comentarios. MrJazz escribió“Sería mejor colocar calzones sobre la cabeza de todos en el pueblo . Por lo menos ESO sería más humano que usar a Yoko Ono como arma de tortura”.  Straight Vermonter publicó una parodia del Artículo 13 de la convención de Ginebra para prohibir el uso de su música. Y Ramius escribió

No hermano...tenemos que tener algún límite...es decir...maldita sea. Mejor dicho...grasa de cerdo, Korán en trizas...fluido menstrual...veo la utilidad de estas cosas. Pero debo marcar el límite en Yoko. Quiero decir, no somos bárbaros.

La creencia de que la música puede torturar emerge, en la blogósfera, entre gente que, ellos mismos,  se sienten “torturados” por ciertas músicas—rap, disco, baladas sentimentales, la música de Yoko Ono. Adicionalmente, la idea de que la música puede torturar está ligada tanto a la homofobia como a la fantasía heterosexual; de hecho, las discusiones más animadas sobre repertorios propone como torturadoras a las músicas populares fácilmente asociadas tanto con la homosexualidad como con la feminización que se cree provenir de estar demasiado involucrado emocionalmente con mujeres. Estas personas parecen predispuestas a imaginarse fácilmente pasando de ser los torturados a ser los torturadores, e imaginan que la música tortura por medio de una provocación racial/cultural o, más frecuentemente, por medio de feminizar u homosexualizar hombres musulmanes: de cualquier manera, los detenidos serían emasculados (y, presumiblemente, la masculinidad de los bloggers reforzada). Mi suposición de que el tema en cuestión es la masculinidad está respaldada por otra entrada más en un blog, una de las últimas de Free Republic en Junio de 2005, de SaronOfMordor quien, como los voceros de las PsyOps, imagina que el sonido es más importante que la música. “Mejor aún”, escribió, “una voz femenina aclamando en árabe, proclamando que los muj’s son debiluchos afeminados, y que ella y sus hermanas están esperando patearles los traseros y ponerles sus calzones sucios en la cabeza”. Sauron, Ramius’ y muchos otros bloggers de Free Republic parecen, entre otras cosas, usar la idea de la música como tortura para desplazar hacia los detenidos musulmanes una ira arraigada en su propio miedo de estar ellos mismos inmersos en una cultura que se ha convertido, en sus propias palabras, “nancy”, “pansy” y “pussy” (términos con connotaciones femeninas degradantes [NdelT]). Visto desde una perspectiva diferente , uno puede suponer que las listas virtuales de canciones de los bloggers imponen a los hombres musulmanes la fantasía orientalista de que los hombres árabes son (siempre y para empezar) afeminados.

Es interesante que las elecciones de estos supuestos torturadores hablando desde la vida civil, (desde el frente en casa (the homefront) ) no parecen reflejar las elecciones de los soldados en el terreno. La mayoría de las elecciones en el terreno están compuestas por heavy metal y rap: esta es la música en los mini discs y reproductores de mp3 de los soldados, y que está conectada a sus cascos cuando salen en batalla. (Se dice que grabaciones de Britney Spears y Christina Aguilera han sido utilizadas contra detenidos específicos: Quien recibió el tratamiento Aguilera era un angloparlante, se puede asumir por ello que letras sexualmente provocativas eran parte de la intención). El heavy metal y el rap, músicas generalmente codificadas como masculinas dentro de la cultura popular estadounidense,  son géneros que, para quienes no se identifican con ellos, son escuchados como músicas que incorporan los sonidos de la ira masculina. Por eso puede parecerle, a los soldados en el terreno, que esa música “tortura” a los hombres Musulmanes creando un espacio sonoro en el que los hombres de Estados Unidos los vencen en una lucha de masculinidades. Algunas de las canciones específicas usadas en batalla (Enter Sandman de Metallica, Hell’s Bells de AC/DC) parecen tener textos apropiados para preparar a ambos lados para la confrontación con la muerte macabra, que muchos recuentos o memorias de militares asemejan al éxtasis.  El texto de Slim Shady de Eminem, puesto una y otra vez para los detenidos de “alto valor” de Guantánamo, combinan ira, misoginia, e imágenes sexuales vívidas en una manera que parece garantizar ofender y así confirmar la derrota de los detenidos  a través de todo lo que se pudiera considerar aborrecible acerca de la cultura del “infiel”.

Pero, un momento. El suministro de ofensas culturales es, desde la perspectiva del estado, solo incidental a lo que acontece en el cuarto de interrogación. El objetivo, la desintegración de la identidad,  no depende de la música sino del sonido. Quiero cerrar tratando de imaginar la escena de la “interrogación” para poder pensar a  mayor profundidad sobre las formas en las que el uso de música en la “tortura sin contacto” involucra la cultura musical contemporánea con los objetivos del estado de seguridad nacional (que se ha vuelto, también, recientemente un “estado de excepción”) [22] .


La escena de la interrogación

¿Cómo, me he preguntado, se podría sentir estar en uno de esos “cuartos de interrogación” durante 20 horas, recibiendo “tortura sin contacto”? ¿Sería verdaderamente “sin contacto”? Dada la ausencia, hasta el momento, de descripciones detalladas de ex-prisioneros y sus experiencias, he tratado de pensar acerca de esa práctica por medio de mi propia experiencia con música rock a alto volumen, y, más recientemente, música dance a alto volumen. Recuerdo de mi juventud la sensación de alegría de la resonancia en mis propios huesos del ritmo y la guitarra y de mi más reciente edad media la sensación de los ritmos disco de Junior Vásquez empujándome a lo largo de la pista, obligándome a moverme. Para mi, los dos tipos de experiencia produjeron la sensación de ser tocada, sin haber sido tocada por nadie; todos los que hayamos cantado o bailado hemos sido tocados físicamente por la misma fuerza, que a veces nos movía, a veces nos envolvía, y a veces nos acariciaba. A partir de la experiencia compartida de ‘ser tocada sin ser tocada’ por la vibración del aire por el que nos movíamos, obtuve una sensación profundamente sensual y erótica (aunque no explícitamente sexual) de comunidad con los amigos y desconocidos a mi alrededor incluso cuando la música silenciaba de manera gratificante y solo por un momento, mis propios pensamientos.  Mi experiencia, por supuesto, no era solo psicológica o sensual; era aumentada por la subida de adrenalina, el aumento de la presión sanguínea y del ritmo cardíaco, el “zumbido” que permanecería en mis huesos por horas y que eran los efectos inmediatos más conocidos de la música a alto volumen.

Un detenido también debe sentirse como si fuera tocado sin ser tocado, mientras está acurrucado, con las manos encadenadas entre los tobillos encadenados a un candado en el suelo, en un cuarto completamente oscuro, incapaz de encontrar alguna posición del cuerpo que no le cause dolor auto inducido. Seguramente, entre otras cosas, la experiencia crea una cadena de dolor, inmovilidad, y tacto indeseado (sin contacto); y de ser forzado a lastimarse a si mismo por un Poder incorpóreo e invisible. Un éxtasis oscuro, la experiencia no debe ser ni de aislamiento ni de comunión, sino una relación que imita los efectos de las cadenas que atan su cuerpo - la relación de estar enteramente a merced de un Poder ubicuo y sin misericordia. Me lo imagino, a veces, como ser sumergido en una distopía post-moderna, pos Foucauldiana en donde uno es incapaz de nombrar, mucho menos resistir, el poder abrumadormente difuso que está afuera de uno, pero que también está adentro, y que opera a partir de obligarlo a uno a cumplir contra la propia voluntad, contra los intereses propios, pues no hay manera—ni siquiera una retirada hacia la interioridad—de escapar el dolor. ¿Qué mejor medio que la música para lograr (como una interpretación musical bien lograda)  la experiencia del poder ubicuo e incombatible de Occidente (del infiel)? [23]

En los últimos días, pensando acerca del enfoque general de este panel en la relación entre cultura musical y el tipo de estado que es los Estados Unidos, he estado contemplando la  institucionalización gradual de esta escena en la imaginación global—a través, por ejemplo, de su representación visual en la película The Road  to Guantánamo. He estado pensando que esta escena, tan drásticamente real para los interrogadores y detenidos, y tan virtual para el público del cine, los lectores de noticias, los bloggers y para mí misma,  puede pensarse como una creación de la Guerra Global Contra el Terrorismo, en si misma una creación del reciente desvergonzado esfuerzo de los Estados Unidos por proyectarse como soberanía global. Me impacta, por ejemplo, el hecho de que la “tortura sin contacto”  que usa la música para disolver la subjeividad de otros, ha sido usada sobre personas tomadas en Afganistán, Bosnia, Egipto, Gambia, Indonesia, Irak, Mauritania, Pakistán, Tailandia y los Emiratos Árabes, incluyendo ciudadanos británicos y canadienses. Por eso, el campo de acción en donde la música es el medio del poder ubicuo e incombatible que toca sin tocar ha sido impuesto sobre representantes del mundo Musulmán entero. La música, entonces, no es únicamente un componente de la “tortura sin contacto” sino también un componente de la pretensión simbólica de soberanía global por parte de los Estados Unidos – pero de una manera que es casi el polo opuesto a los tours de “buen embajador” de Louis Armstrong organizados por el departamento de estado en los 1950s [24] .  Al mismo tiempo, sin embargo, los Estados Unidos ha entregado a los detenidos así tratados a sus propios soldados a manera de chivo expiatorio, para que los soldados puedan canalizar hacia ellos, a través de sus escogencias musicales asociadas a música de la clase trabajadora, la ira que tienen con las fuerzas políticas y económicas que los convierten (como a sus prisioneros) en seres humanos a los que el estado permite ser matados impunemente.  Más aún, ya que las representaciones de los medios por un lado, y las tecnologías de los nuevos medios por el otro permiten que la escena sea ampliamente imaginada y pueda recibir respuesta en casa, los Estados Unidos ha entregado a estos mismos detenidos a cierto sector de la ciudadanía civil, donde pueden ser chivo expiatorio para otro tipo de ira. Creyendo que no pueden ser matados impunemente, los bloggers de littlegreenfootballs y freerepublic hacen más que expresar su rabia sobre la posición feminizada que ocupan como no-guerreros en una cultura que venera a los guerreros cada vez más. Ellos crean (y ocupan) como homofóbicos, racistas y misóginos la posición subjetiva de una “tortura” virtuosa y justa: una posición de sujeto que se identifica con, y que es ocupada por, el estado global de seguridad nacional que se ha declarado a sí mismo, en sus leyes aprobadas más recientemente sobre el trato hacia los detenidos, exenta de cumplir la ley internacional. Todo el tiempo, la escena, por lo menos en tanto se puede conocer actualmente, permite que cierto tipo de repertorio sirva para representar la violencia de la conquista “Occidental” e “infiel”, dejando intacto e inocente el repertorio que puede ser más valorado por las élites.

Pero confieso aquí libremente, que apenas he comenzado este trabajo. Todavía no sé quién hace la selección de música en los sitios de detención y con qué criterios. Ni tampoco sé si los guardias o los equipos que llevan a cabo los interrogatorios, escuchan la música. ¿Qué piensa el personal de los Estados Unidos sobre estas prácticas y qué sienten? ¿Qué piensan y sienten los detenidos? ¿Qué piensan y sienten ambos sobre el repertorio escogido? ¿De qué manera, si es que se ha dado, ha cambiado esta experiencia el comportamiento musical de los dos grupos?
¿Con qué equipos se reproduce el sonido? ¿A qué nivel de decibeles? ¿Su ingeniería se lleva a cabo de tal manera que no cause pérdida permanente de la escucha?
¿Se ha comprobado que la música es efectiva en “quebrar” los detenidos en el interrogatorio?

Pensando culturalmente, me pregunto,  ¿cuáles eran las ideas y las prácticas musicales de aquellos que diseñaron la “tortura sin contacto”? Si la escena de tortura es “performativa”, entonces que relaciones de poder son las que se hacen efectivas allí? ¿Cómo puede este uso de la música utilizado para imponer la agenda nacional e imperial de los Estaods Unidos como “un estado de excepción” afectar las musicalidades del siglo XXI? Por ahora, ofrezco este artículo a manera de comienzo.


Notas


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