Barcelona: Orquesta del Caos No todos los días se presenta la oportunidad de paladear un volumen como la edición que Marta García Quiñones nos brinda de la mano de la Orquesta del Caos. Sin embargo, el problema de temáticas tan suculentas que despiertan el intelecto y la imaginación etnográfica del “lector distraído” es precisamente eso: el despertar de una conciencia auditivo-fenomenológica que, dependiendo de lo acústicamente concurrido del espacio en el que se practique la lectura, puede dificultar seriamente la concentración que la presente recopilación requiere. Orbitan los artículos en torno a una noción común, a saber: la de la sustracción al ambiente sonoro ¯musicalizado o no, en términos de Small- y todas sus derivaciones e implicaciones políticas, sociales, culturales, objetuales, procesuales y referentes a la experiencia estética. Noción que es atacada, deconstruída, reformulada y representada desde tantos puntos de vista como autores participan en esta obra producto del Sexto Festival de Arte Sonoro Zeppelín 2003. Aportaciones teóricas y reflexiones en torno a estudios de caso de una temática presente y actual que indefectiblemente nos llevan al tema del control político, el control de las sensaciones en los espacios y el control en la educación perceptiva. Un cúmulo de aproximaciones interdisciplinares en la que participan autores de la talla de Franco Fabbri (Universidad de Turín), Jonathan Sterne (Universidad McGill), Josep Martí (Instituto de Musicología Milà i Fontanals-CSIC), Anahid Kassabian (Universidad de Liverpool), Ola Stockfelt (Universidad de Goteborg) o la propia Marta García Quiñones (Universidad de Barcelona). En casi todos los artículos que este selecto elenco de profesionales aporta, las referencias a Theodor Adorno y a su Sociología de la música son constantes. Gracias a éstas ¯aunque también a otras, más diversas- podemos, en cierto modo, adivinar un posicionamiento ideológico casi general en la obra que pasa por la reivindicación de la libertad de percepción y significación y una crítica patente así como un enfrentamiento a imposiciones de corte alienante a través de políticas de ingeniería cultural post-liberales. El común denominador de todos los artículos es, por tanto, la exposición de una serie casos que han despertado el interés y la atención de los propios autores, seguido de una reflexión teórica y crítica al hilo de los fenómenos descritos. En el caso de Franco Fabbri esta lógica se invierte para presentarnos en primera instancia una crítica al establishment musicológico en aras de su actualización y adaptacióna a los tiempos que corren. Tiempos ya no de walkman sino de iPod y demás “ingenios portátiles de reproducción musical digital,” que diría Michael Bull. Actualización justificada en un nuevo orden de escucha, o al menos la reubicación de las categorías propuestas por Adorno de acuerdo con las prácticas contemporáneas de los espacios urbanos. Centrándose principalmente en la significación, en la semántica de estas formas de escucha, Fabbri nos ofrece a continuación y brevemente la comparativa entre dos epifenómenos en cuanto a percepción musical como son la escucha durante la conducción o durante la práctica sexual para terminar sugiriendo nuevos horizontes en los análisis sociomusicológicos y etnosemánticos. Siempre consciente de la relatividad cultural de las prácticas a los contextos en los que se dan, Fabbri utiliza la noción de “escucha tabú” para mostrar lo necesario de atenerse a qué se escucha, cómo se escucha y dónde se lleva a cabo la escucha en lo referente al análisis de lo estrictamente musical. El caso de Sterne es único ya desde sus comienzos. Su densidad conceptual y sus maneras se nos antojan en extremo clarificadoras y útiles a la hora de la operacionalización conceptual. Su artículo profundiza en las relaciones entre música programa y políticas del espacio público aportando datos de alto interés para disciplinas como la etnomusicología o la antropología sonora. Descubrimos gracias a Sterne un posible origen de la parcelación sonora entre espacios y su relación con el avance del paradigma técnico-sanitario tan vinculado con las prácticas biomédicas contemporáneas. En un alarde de cinismo ¯del todo gratificante-, Sterne recoge las categorías propias al Muzak, tal y como “disuasión musical no agresiva,” para revertirlas y utilizarlas como armas arrojadizas en contra de las agresivas y poco respetuosas lógicas del mercado. Echa mano de legislación formal, de informes de control de calidad o de planes de urbanismo para esbozar una descripción del panorama de la planificación del espacio público muy alejada de los discursos oficialistas que intentan convencer a la ciudadanía de que el espacio público es de todos y para todos. Diseño sonoro de los espacios y justicia social. Menos brillante es el texto de Martí. A través de una experiencia personal plantea la pertinencia de centrar la atención en la relación entre contextos festivos y músicas ambientales. Se mueve en el terreno pantanoso de lo “pertinente,” lo “molesto” o lo que queda fuera de lugar en función del contexto. Analiza repertorios programados en festividades de carácter local para concluir que no todo “acoplamiento” musical ambiental es susceptible de producir una “articulación satisfactoria.” Plantea conceptos como la “naturalización” del espacio sonoro en contextos festivos aludiendo a nociones de participación obligada, situacionalidad o privación de elementos ritualizantes que en palabras del autor implican una cierta reducción semántica. En nuestra opinión, Martí parece olvidar que la unidad básica de sincronización es el propio individuo que percibe y que en este proceso de “naturalización” de lo escuchado entran en juego dinámicas que no sólo pasan por lo cultural sino también por lo psicológico y lo psicosocial. Es decir, y aludiendo de nuevo a Adorno, que una cosa es “escuchar con todo el alma” y otra bien distinta “escuchar sólo con las orejas.” Si se nos permite la licencia crítica, más que de una “reducción semántica” habría que hablar de una recontextualización o de una variación en la significación en función del contexto. La reflexión de Kassabian es brillante y adecuada, incluso necesaria en un ahora casi exento de crítica musical más allá de estilos y estructuras. Plantea la autora la relación entre dos productos como son los derivados de la cadena de cafeterías Starbucks y la discográfica Putumayo. En su artículo describe cuidadosamente las políticas y orígenes de ambas estructuras empresariales dentro de las lógicas postmodernas de la world music y de lo que ella misma denomina “subjetividades distribuidas.” ¿Quiénes somos, en qué nos convertimos o cómo nos imaginamos cuando escuchamos un disco que nos garantiza buen rollo o cuando nos tomamos un café ¯no precisamente bueno, bonito y barato- en un espacio como el de cualquier Starbucks? En opinión de Kassabian ambas acciones nos llevan a asumir el papel de turistas postmodernos a través del tipo de atención que prestamos y de aquello que el ambiente pretende sugerirnos. Su crítica se centra en estos procesos de neo-colonialismo transnacional que nos permiten habitar y experimentar espacios, circunstancias y situaciones prediseñadas y orientadas hacia una suerte de alienación sensorial que son en sí mismas formas muy elaboradas de mercadotécnica a la par que de control social. La aportación de Marta García Quiñones a este volumen pasa por una crítica formal a la depuración de las estrategias de mercado capitalistas aplicadas a la programación radiofónica de música clásica y, por ende, a la distribución de la cultura por medio de las ondas. A través del estudio de caso de ciertas emisoras norteamericanas que, debido a los recortes presupuestarios derivados del cambio de políticas en la concesión de subvenciones por parte del gobierno estadounidense, y en virtud de la manutención de una cierta cota de audiencia, deciden reformular sus estrategias de programación musical atendiendo a criterios como la “atracción” (appeal) y llegan a implementar políticas como la que en su momento inauguró la empresa de hilo musical también estadounidense Muzak. En opinión de la autora, estas estrategias cambian por completo la intención didáctica que pudiera haber existido en un origen y resultan en un cambio sustancial en la tipología de las piezas musicales emitidas: la lógica del loop de la electrónica de masas ataca por sorpresa a los clásicos resultando una suerte de “máquina-Luis-Cobos” postmoderna. Es fundamental en esta variación el papel de los técnicos y auditores, que imprimen sus propias metodologías de evaluación y dirigen sus esfuerzos a conocer qué es lo que puede resultar más agradable a los oyentes sin que hayan de prestar más que una atención “desatendida.” Se trata de un cambio paradigmático en la forma de entender las emisiones radiofónicas que entronca mucho con lo que Fabbri dice en el primer artículo de esta serie. Hablamos de música (o sonido) pensado para acompañar el desarrollo de otras actividades, que no interrumpa la concentración que se ha de tener en las actividades entendidas como principales y que responde a la misma lógica que la “progresión de estímulos” pensada e implementada por los propios ingenieros de Muzak para elevar la productividad empresarial al tiempo que se consigue una sensación de mayor bienestar entre aquellos que producen y que son sometidos a dichas programaciones. Se trata de la aplicación de técnicas de alienación sutil para mejorar la productividad a territorios, supuestamente y hasta el momento, entendidos como parte de la cultura. No sería de extrañar que en poco tiempo estas lógicas acaben por invadir espacios públicos ¯presuntamente de todos- en aras de una mayor “pacificación” o con ínfulas civilizatorias. Por último, el texto de Stockfelt ataca un tema que hace tiempo viene necesitando de articulación teórica. Un tema que combina la antes citada noción según la cual el ser perceptivo es la unidad de sincronización de aquello que percibe, con la composición musical. Es decir: de cómo son las estructuras simbólicas y perceptivas las que transforman la materia sonora en materia musical. Se podría pensar que este texto es una repetición o una gran cita del concepto ¯también citado más arriba- de musicking planteado por Christopher Small. Sin embargo, en nuestra opinión, va más allá de lo que Small propuso en aquella conferencia en 1997 y más allá de las divagaciones musicoambientales de Brian Eno (Toop, 2001:129), al ahondar en la composición musical propiamente dicha al tiempo que el sonido es percibido y se acerca a los postulados de Pelinsky sobre la fenomenología de lo audible. Stockfelt habla de la escucha como sentido ligado a la supervivencia y a la gestión del espacio en los seres vivos. Habla sobre la significación de lo escuchado: en última instancia el único que compone música ¯el único que puede- es quien la escucha, al estructurar los diferentes aspectos del paisaje sonoro ordenado, agregando, imponiendo, anulando y aplicando diferentes marcos de referencia para interpretar los sonidos y crear varias formas de sentido (Stockfelt, 2008: 113). Habla sobre conciencia e inconciencia musical, situacionalidad e intencionalidad, retoque, razón, engaño y naturalización de lo que se piensa como musical pero que en realidad no se sabe si es. Y lo hace a través de dos escuchas de lo más apropiado: Vexations de Erik Satie y la banda sonora de Blade Runner de Vangelis. La primer le sirve para argumentar lo muchas veces banal de lo para-musical, que incurre en una absurda acumulación de datos contextuales que, si bien adornan, poco dicen del significado inmediato de lo escuchado. La segunda la utiliza para ejemplificar lo ficticio y frágil de las barreras que hacen que diferenciemos y demos valor a lo musical frente a lo ambiental, en este caso, en lo cinematográfico. Es este un volumen repleto de sorpresas gratificantes que resiste tanto la lectura del interesado como la del experto. Es, sin embargo, una obra introductoria que no pretende otra cosa sino mostrar lo vasto de una línea de investigación que no parece tener fin y que trasciende el universo de lo musical a la par que lo pone en duda. La cuestión es la incidencia de lo sonoro y la simbología de lo musical en lo ritual y en lo cotidiano.
Referencias
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