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ISBN 0-674-02192-4
Versión en castellano: Los neandertales cantaban rap.
Los orígenes de la música y el lenguaje.
Crítica. 2007. 553 pp.
ISBN: 9788484328872
El origen de la música y su posible vinculación con el origen del lenguaje ocupa buena parte de las agendas de una cantidad importante de disciplinas que van desde la Musicología y la Lingüística -por derecho propio-, hasta la Genética, la Arqueología, las Neurociencias y la Inteligencia Artificial. Steven Mithen reúne gran parte de este corpus de conocimientos en su libro The singing Neanderthal. The origins of Music, Language, Mind and Body. Mithen es profesor de Arqueología en la Universidad de Reading (Reino Unido) y ha dedicado gran parte de su labor como investigador al estudio de la mente humana desde una perspectiva evolutiva. En ese camino, este libro surge de una reconsideración de la importancia que la música pudo haber tenido en la historia evolutiva de nuestra especie, y que su libro anterior, The Prehistory of the Mind: A Search for the Origin of Art, Science and Religion, de 1996, había soslayado. En tal sentido, polemiza con Steven Pinker (1997) para quien la música es una tecnología que hace uso de capacidades que evolucionaron conforme a presiones selectivas que dieron lugar a otras funciones, particularmente el lenguaje, sin ningún efecto sobre los aspectos claves de la biología y la cognición que nos distinguen como especie. Su argumento principal se basa en la hipótesis de la existencia de un sistema de comunicación en el linaje homínido (al menos a partir de Homo ergaster) que habría sido al mismo tiempo el antecesor directo de la música y el lenguaje del hombre moderno.
El potencial comunicacional del sistema resulta del enlace de atributos sonoros y gestuales utilizados como un todo con un fin orientado a la acción. Las características distintivas del sistema propuesto por Mithen son sus cualidades de Holístico, manipulador, multimodal, musical y mimético, razón por la cual, el autor lo denominó Hmmmmm.
Por su cualidad de Holístico el Hmmmmm se diferencia de los lenguajes composicionales. Un lenguaje composicional está integrado por un número reducido de unidades discretas combinadas de manera cuasi infinita en unidades compuestas de orden jerárquico superior, siguiendo un conjunto de reglas o gramática. Desde esta perspectiva, una protolengua gozaría de un conjunto de unidades discretas aunque su gramática fuera limitada. Esta perspectiva también ha sido propuesta para la protomúsica (c.f. Brown 2000, Merker 2002). Contrariamente, en un sistema holístico los enunciados son mensajes cuya complejidad no es susceptible de descomponerse en elementos autónomos de orden subordinado. Especulando así el origen de la música, la propiedad combinatoria de unidades discretas menores sería derivada de un proceso de segmentación de previos enunciados musicalmente caracterizados. Por el contrario, otras teorías proponen el surgimiento de los rasgos musicales a partir del establecimiento de unidades sonoras atómicas discretas (Brown 2000).
El Hmmmmm era manipulador. Sus enunciados no podían entenderse en términos simbólicos, aludiendo directamente a objetos del mundo, sino que estaban orientados a intervenir en la conducta de los congéneres. Por su carácter multimodal los enunciados consistían en configuraciones de sonido y movimiento en los que el significado holístico era conllevado como un todo a través del conjunto de modalidades perceptuales implicadas.
El sistema poseía cualidades claramente musicales: regularidades temporales (ritmo y metro), secuencias melodiosas de alturas, una organización basada en principios de equilibrio y coherencia, la utilización de atributos expresivos (probablemente dinámicas y variaciones temporales y tímbricas), entre otros. Interesantemente los enunciados del Hmmmmm eran resultado también de actividades conjuntas por lo que lograban, al igual que la música en la actualidad, vincular a los participantes a través del contenido emocional conllevado, y favorecer la construcción de una identidad colectiva.
Finalmente, el sistema era mimético: la información comunicada reflejaba también aspectos del entorno natural y de la actividad humana haciendo uso de múltiples tonos de voz, expresiones faciales, movimientos y posturas corporales, etc. En ese sentido, los enunciados del Hmmmmm eran representacionales, intencionados, deliberados y concientes. Esta cualidad mimética constituye un nexo entre los sistemas de comunicación de los simios y los humanos modernos y habría sido clave en la creación de utensilios, la dispersión hacia otros territorios, y otros logros culturales tales como el dominio del fuego, la organización de la caza mayor, etc. Aunque la cultura lingüística terminó eclipsando a la anterior cultura de naturaleza mimética, numerosos rasgos de ésta permanecen como patrimonio de los sistemas de comunicación en el hombre moderno y resultan esenciales a ellos.
El libro se divide en dos partes. La primera, El Presente, presenta las vinculaciones entre música y lenguaje con el objeto de caracterizar el sitio de la música en una arquitectura de la mente destacando los procesos biológicos y psicológicos implicados en ella. La discusión de Mithen se centra en: (i) la ubicuidad de la música a través de las culturas y de sus miembros; (ii) las autonomías de los dominios musical y lingüístico en la mente del ser humano moderno; y (iii) los significados afectivo-emocionales de la música y su influencia en el mantenimiento de estados de bienestar para el hombre de hoy. Estando estos temas en el cruce entre musicología y ciencias cognitivas (neurociencias, psicología cognitiva y psicología del desarrollo), los especialistas en ellas podrían reprocharle al autor un tratamiento muy superficial de algunos tópicos – casi inevitable dada la enorme diversidad de temas y el pretendido estilo divulgativo de la obra. Sin embargo, esto perjudica el rigor científico soportado por las fuentes de las evidencias y la coherencia de las argumentaciones.
Siguiendo a Blacking (1973) es posible afirmar que todas las culturas conocidas dan cuenta de algún tipo de comportamiento que un musicólogo avezado puede reconocer como música. Sin embargo, cuáles son los rasgos que dicho comportamiento debe reunir es aún un tema que requiere precisiones. Admitiendo que el concepto de música es culturalmente variable, Mithen procura caracterizar del modo más amplio posible sus núcleos principales: el uso del sonido, del cuerpo y el movimiento; la organización temporal de formas sonoras y cinéticas que se repiten y varían y que definen patrones temporales ajustados a cierta regularidad; la utilización de la distinción entre la extensión de los sonidos (y movimientos) de su intensidad; la organización de la altura del sonido conforme una selección culturalmente determinada de categorías discretas de frecuencias. A pesar de su esfuerzo por apartarse de una noción estrecha de música modelada por la idea occidental de las Bellas Artes, la definición queda a mitad de camino y no resulta claramente funcional a sus fines. Así, la noción de música aparece ambiguamente trazada a lo largo del tratamiento de las temáticas específicamente musicales, al recurrir a ejemplos musicales que remiten mayormente a la música académica occidental (frecuentemente reducida a la mención del repertorio).
Contra la idea generalizada por la perspectiva occidental de que las capacidades musicales son relativamente sofisticadas y que solamente parte de la población las posee, entender la música como dominio cognitivo implica admitir una amplia distribución de dichas capacidades. Mithen la admite en lo referido a la audición. Argumenta, como Blacking, que no puede existir una cultura musical sin una participación activa de la población que, desde la audición, contribuya a modelar los comportamientos musicales de ejecución y composición. A pesar de las buenas intenciones, esta argumentación también es culturalmente sesgada, ya que soslaya la evidencia psicológica y etnomusicológica a favor de una amplia ubicuidad de conductas de ejecución y composición como así también de una distribución normal de sus patrones de desarrollo (c.f. Dalla Bella et al. 2007).
El segundo paso en la descripción de El Presente, es la demostración de que el dominio musical forma parte de la mente del hombre moderno de manera autónoma de otros dominios. Para ello Mithen explora la relación neurológica entre música y lenguaje. Brindando un panorama introductorio al estudio del cerebro, las técnicas más difundidas a tal fin, y la definición de diferentes tipos de afasias reseña los componentes de la habilidad lingüística y su relación con las habilidades musicales. Así, por ejemplo, se demuestra la independencia de las redes neuronales implicadas en la comprensión del lenguaje de aquellos empleados para el reconocimiento de patrones musicales, o la vinculación entre ambos dominios a través de los componentes prosódicos destacados por el timing del habla. Del mismo modo, describiendo una serie de casos de amusias adquiridas y congénitas, se deriva la independencia de los procesos de audición y producción musical respecto de aquellos de producción y entendimiento del habla. Finalmente, el autor adhiere al modelo de Isabelle Peretz para explicar el modo en el que lenguaje y musica, en tanto capacidades cognitivas del ser humano moderno, estarían valiéndose de estructuras modulares tanto propias y como compartidas. De este modo, Mithen procura demostrar que la música no es “parasitaria” de estructuras evolucionadas para el lenguaje, sino que, por el contrario, existe una autonomía estructural y funcional de ambas capacidades.
Pero si la música no es el cheescake de la evolución, ¿cuáles de sus funciones pueden a su vez justificar la ubicuidad, la permanencia y la claridad de definición de la capacidad musical en la especie? Si bien Mithen no pretende ofrecer una respuesta acabada a este interrogante, esboza brevemente dos líneas de análisis. La primera es la proveniente del enlace entre la psicología del desarrollo y la estética naturalista que señala la importancia de las habilidades musicales en la comunicación pre-verbal durante la ontogenia. En este campo, abundante y creciente evidencia avala la hipótesis de que la comunicación durante la temprana infancia es sostenida a través de rasgos de musicalidad que tanto el bebé como el adulto ponen en juego en la interacción. Aunque originalmente esta musicalidad fue vista como parte del proceso de enculturación lingüística (Papousˇek 1996), actualmente se considera que su función trasciende ese ámbito alcanzando aspectos vitales de la estabilidad emocional (Trevarthen 1999/2000) el desarrollo de la comunicación no verbal adulta (Malloch y Trevarthen 2008) y la enculturación en las formas artísticas, principalmente a través de las artes performativas (Dissanayake 2008; Español 2008; Shifres 2007). La otra vertiente de análisis se vincula con el rol de la música en el establecimiento de estados de bienestar, tanto físicos como emocionales. Así, Mithen explora evidencia sobre el poder de la música para inducir y sugerir emociones, y las consecuencias de esto en la conformación de los grupos sociales. Asimismo analiza el uso de la música para facilitar estados de bienestar tanto en situaciones culturalmente establecidas como a través de intervenciones musicoterapéuticas.
En la segunda parte del libro, El Pasado, Mithen traspone su estudio sobre el origen de la música y del lenguaje al nivel filogenético. Su objetivo principal es la reconstrucción del escenario en el que el sistema hipotético ancestral Hmmmmm habría evolucionado en los últimos 2 millones de años hasta dar origen a la música y el lenguaje en tanto sistemas cognitivos complejos, singulares y completamente modernos. Para llevar adelante esta construcción que se enriquece y avanza hacia el presente en cada capítulo, el autor integra de forma amena una vasta cantidad de información actualizada sobre la diversidad paleoantropológica de nuestros ancestros y sus dataciones, los aportes de la Arqueología sobre la variabilidad de restos materiales conforme un marco biogeográfico y paleoecológico unificador. Así, Mithen infiere el modo de vida y de subsistencia de las distintas especies homínidas; la organización del espacio y de los grupos sociales; las relaciones de parentesco y sus modos de vinculación; las características del entorno natural asociadas a los cambios morfológicos observados en los distintos grupos y; los potenciales procesos cognitivos y migratorios específicos.
El sistema Hmmmmm constituye un sistema mosaico hipotético edificado a partir de dos fuentes principales de inspiración. Por un lado, este sistema posee cualidades propias de etapas ontogenéticas tempranas del desarrollo humano y; por otra parte, comparte las características principales de la comunicación vocal presente en monos y simios actuales. Para ello, Mithen caracteriza los sistemas de comunicación vocales y gestuales de monos gibones, gelada, cercopitecinos y de simios (gorilas, chimpancés y bonobos). Según esa caracterización los enunciados de los acotados repertorios de monos y simios carecen de una estructura interna discernible y nunca se combinan formando mensajes compuestos. Sin embargo, dichas voces son emitidas con variaciones en la amplitud de onda y en los tonos para reflejar distintas situaciones emocionales, características que el autor considera presentes también en el habla dirigida a infantes humanos. La similitud entre el habla humana y las voces emitidas por estos monos – separados evolutivamente de nosotros hace unos 30 millones de años aproximadamente– por carácter pseudolingüístico y pseudomusical, conduce al lector y al autor a esperar encontrar también estos rasgos (holístico, musical, manipulador) en la comunicación de los grandes simios africanos, de quienes nos separan sólo 8 millones de años de evolución, como una característica distintiva y compartida por todos los integrantes de la superfamilia Hominoidea[*]. Sin embargo, esto parece no ser así. Tanto los gorilas como los chimpancés y bonobos carecen de sistemas de comunicación con características musicales aparentes, probablemente en relación a restricciones anatómicas que impiden el aprendizaje vocal. Adicionalmente, se ha podido observar en ellos sistemas de gestos complejos e icónicos que conforman un sistema multimodal de intercambio de información. El autor valida estas evidencias y las reúne como precursores de un sistema de comunicación mosaico, ancestral, el sistema Hmmmmm.
En este punto resulta interesante destacar dos supuestos teóricos que subyacen al escenario que Mithen propone en esta obra. El primero de ellos consiste en considerar implícitamente que el último ancestro común entre el linaje homínido y el resto de los primates debió ser de tipo simio. Esto se evidencia al caracterizar la comunicación ancestral a través de los rasgos propios de los sistemas de intercambio de información de monos y simios actuales. Lejos de constituir una práctica infrecuente, este prejuicio ha impregnado los abordajes evolutivos de nuestro linaje desde fines del siglo XVIII y, según se puede apreciar, hasta nuestros días (Lewin y Foley 2004). El mismo abona la falsa idea de que las especies de simios actuales no han cambiado desde su divergencia con el linaje humano, que se han mantenido sin evolucionar durante 8 millones de años. Esta supuesta quietud en el linaje de los simios no encuentra sustento en ninguna evidencia ni tampoco resulta concebible desde el marco teórico evolutivo contemporáneo. Por el contrario, es una concepción fuertemente antropocéntrica del proceso evolutivo concebido como una transformación gradual y lineal, a modo de una cadena de eslabones, en el que algunas especies han ido reemplazando a las especies ancestrales, en un camino ascendente que culminó con la especie humana en tanto producto exquisitamente adaptado a su ambiente (Liascovich y Massarini 2001).
El segundo supuesto que se insinúa en este recorrido –y en sintonía con el anterior- le permite al autor establecer analogías entre los aspectos cognitivos de los primeros estadios ontogenéticos humanos y aquellos presentes en simios adultos. La antigua ley de la recapitulación sistematizada por Ernst Haeckel en 1866 propone que cada uno de los estadios que el individuo de una especie atraviesa a lo largo de su desarrollo ontogenético representa una de las formas adultas que apareció en su historia evolutiva (Gould 1977). De esta manera, el Habla Dirigida al Bebé (HDB) sería un modo de estímulo acorde a las capacidades cognitivas del bebé humano, similares a las observadas en gorilas y chimpancés adultos. El fundamento biológico de esta hipótesis se hallaría a nivel de los circuitos neuronales que posibilitan las respuestas del bebé: el procesamiento del lenguaje y de las melodías se llevaría a cabo utilizando una red neuronal única y compartida; del mismo modo que el cerebro adulto de nuestros ancestros permitían el establecimiento de una comunicación dinámica mediada por enunciados Hmmmmm. Aunque el autor explicita que no debe asociarse esta propuesta con el antiguo lema de “la ontogenia recapitula la filogenia” difundido por Haeckel en el siglo XIX, esta idea es reforzada cuando sugiere que el HDB constituiría un vestigio evolutivo del sistema Hmmmmm.
La historia “evolutiva” propuesta por Mithen consiste en una narrativa que encadena causalmente una serie de sucesos a lo largo de 2 millones de años que culminan en el surgimiento de la música y el lenguaje en Homo sapiens.
El evento disparador de esta secuencia de cambios biológicos y cognitivos es la aparición del modo de locomoción bípedo en las primeras especies homínidas. Esta postura habría evolucionado hace aproximadamente 4 millones de años en concierto con un cerebro de gran tamaño capaz de gobernar las necesidades de equilibrio, coordinación motriz y dominio del ritmo impuestas por un andar erguido. Sin embargo, el autor reconoce que sólo las especies pertenecientes al género Homo habrían poseído ambas cualidades plenamente desarrolladas y, como consecuencia, tanto Homo erectus como las especies posteriores habrían gozado de una capacidad de planificación e inteligencia como para erigir un sistema de comunicación de tipo Hmmmmm.
A medida que la narrativa histórica avanza, el autor imagina cómo habrían vivido las distintas especies y cómo las condiciones asociadas a ambientes fluctuantes que limitaban la subsistencia habrían modelado y refinado el sistema de comunicación. Estas condiciones desfavorables son conceptualizadas por Mithen como presiones selectivas que condujeron a las poblaciones a “evolucionar” hacia estadios en los que se han superado los escollos a la supervivencia a través de soluciones biológicas o adaptaciones. De esta manera, caracteriza una versión básica del sistema Hmmmm de Homo ergaster –de 1.8 millones de años. Hace 1 millón de años, las presiones selectivas experimentadas por especies descendientes de esa –Homo heidelbergensis, Homo antecesor y Homo helmei– habrían impulsado la incorporación de innovaciones a Hmmmm para ampliar y mejorar la performance comunicativa en el seno de los grupos, en particular, la danza y la mimesis. Entre tales presiones, la necesidad de una comunicación eficaz a la distancia entre madres e hijo habría conducido a la intensificación de los métodos de transmisión de la información a través de paquetes multimediales: enunciados vocales combinados con gestos y expresiones faciales reforzados por un lenguaje corporal finamente controlado.
Hasta aquí, los enunciados Hmmmmm habrían resultado funcionales para ciertas actividades y procesos del desarrollo. Pero es con Homo neanderthalensis que Mithen propone el último impulso evolutivo previo al salto cognitivo asociado al surgimiento de los humanos modernos. Los neandertales habrían gozado de un sistema Hmmmmm avanzado y paramusical asociado a una inteligencia para fines específicos, producto de los nuevos circuitos neuronales que pudieron desarrollarse dentro de su gran cerebro. Sin embargo, al no existir presiones selectivas dentro de estas poblaciones para el desarrollo de capacidades simbólicas que dieran lugar al lenguaje, esta especie habría podido conservar rasgos, tales como un oído absoluto, que desarrollaran su competencia orientada musicalmente.
Finalmente, la gran innovación evolutiva surge, según Mithen, en Homo sapiens con el desarrollo de una fluidez cognitiva que vincula dominios cerebrales diferentes. Esto, sumado a nuevas mutaciones en el genoma, habría conferido a los humanos modernos un potencial lingüístico sin precedentes. El proceso de segmentación de los enunciados holísticos del lenguaje es presentado como un resultado inexorable en esta secuencia causal de transformaciones históricas. Esta transformación se habría producido gradualmente con el auxilio de los gestos, la tonalidad y el ritmo. En este proceso los enunciados holísticos habrían participado como andamios para la adopción de nuevas palabras, ocupando un lugar cada vez más marginal en la comunicación referencial. Y, al quedar liberado de la necesidad de transmitir y manipular información, Hmmmmm pudo especializarse en la función de expresar emociones, evolucionando libremente hasta formar el sistema de comunicación que hoy llamamos música, la segunda gran innovación cognitiva presente en Homo sapiens.
Mithen presenta la trama de sucesos evolutivos que dieron origen a la música y al lenguaje humano de un modo que resulta intuitivo al lector. Sin embargo, esta reconstrucción sugiere basarse más en nociones de “sentido común”, carentes de rigor evolutivo, que en un conocimiento científico legítimo.
En primer lugar, el fuerte supuesto de que la evolución opera sobre las especies a través de transformaciones encadenadas como ha sido mencionado anteriormente, requiere de una dirección para el cambio establecida a priori. Esta concepción transformista que recorre la propuesta de Mithen es más cercana a las ideas de Lamarck de fines del siglo XVIII que a las ideas del propio Darwin de mediados del siglo XIX, aunque las mismas se entremezclan confusamente en su discurso. En este sentido, el autor hace uso extensivo del concepto de presiones selectivas en tanto “mecanismos evolutivos” que inducen una marcha lineal de las especies en el tiempo, inalterable e independiente a los cambios ambientales, produciendo constantes “soluciones” biológicas a las “necesidades” de progreso –impuestas por un actor que observa el proceso evolutivo centrado en sus productos, en especial, la especie humana y sus características cognitivas–. Esta mirada afianza la idea de inexorabilidad en dicho proceso, ignorando profundamente las ideas principales de Darwin, en especial aquellas vinculadas con la naturaleza contingente e impredecible del cambio evolutivo –que se maximiza en grupos con pequeños tamaños poblacionales– y, en consecuencia, la ausencia de dirección, fines o planes a priori.
En segundo lugar, la construcción de un escenario evolutivo completamente centrado en el papel de la selección natural en las poblaciones ancestrales –denominado por Gould y Lewontin (1979) como programa adaptacionista– no sólo soslaya el papel del azar en esta trama histórica sino requiere el cumplimiento de ciertas condiciones para que resulte legítimo desde un punto de vista científico. Para hipotetizar sobre cómo pudo originarse y establecerse un sistema cognitivo en tanto adaptación biológica en las poblaciones de homínidos ancestrales, el autor debería poder especificar: (i) cuál es el carácter que presenta variabilidad en la población; (ii) evidencias para suponer que ese carácter posee un componente heredable y; (iii) evidencias para suponer que esa condición hace que sus portadores dejen en proporción un número mayor de descendientes. El total incumplimiento de este esquema deja al descubierto que lo que hace Mithen no es una reconstrucción adaptativa del surgimiento de características cognitivas dentro de nuestro linaje, sino simplemente una especulación imaginativa, un cuento, del cómo y del porqué de esta historia única. Lamentablemente, estas imprecisiones teóricas resultan perjudiciales y abonan ideas falsas en el lector no especializado que recurre a libros de “divulgación científica“ con el objeto de hallar ciertas respuestas a interrogantes tan apasionantes como los que plantea Mithen en este libro.
El estudio de la evolución de rasgos cognitivos humanos constituye un verdadero desafío teórico que articula diversos saberes. En la actualidad, las limitaciones epistemológicas parecen vincularse con un diálogo insuficiente entre las diferentes disciplinas implicadas y con abordajes reduccionistas.
Desde las ciencias cognitivas de la música, a pesar del intento de Mithen de definir el papel que juega la música en la complejidad de la mente humana moderna, la mayor dificultad con la que se enfrenta sigue siendo la definición misma de música como dominio cognitivo. En tal sentido, como se sugirió arriba, queda a mitad de camino, varado posiblemente por limitaciones del campo musicológico. La Musicología y la Psicología de la Música están debiendo todavía un trabajo conjunto que permita alcanzar esta caracterización de manera saludable. La noción de Musicalidad Comunicativa, propuesta por Malloch y Trevarthen (2008) puede ser una plataforma interesante para diferenciar la música como artefacto cultural de la música como dominio cognitivo (Cross y Morley 2008; Cross 2010).
Desde las concepciones evolutivas empleadas, una interpretación alternativa de la evidencia podría asumir la existencia de un sistema ancestral de comunicación holístico, musical y manipulador cuyo surgimiento evolutivo habría sido mucho más antiguo que el propuesto por el autor. Esta innovación podría haberse originado en poblaciones de primates ancestrales a la divergencia entre los linajes de actuales monos, simios y homínidos. Algunos de los linajes habrían conservado ciertos rasgos de ese sistema de comunicación ancestral hasta la actualidad –monos gelada, gibones–, mientras que otros linajes los habrían perdido. En esta concepción, las especies actuales de los simios aparecen asociadas a un alto grado de derivación mientras que los homínidos habrían conservado rasgos ancestrales en lo que respecta a su sistema de comunicación.
Pero resulta claro que la genética de poblaciones es un marco teórico insuficiente para explicar la dimensión filogenética del surgimiento de la música y del lenguaje como sistemas de comunicación complejos. En este sentido, consideramos que resultaría fructífero el desarrollo de marcos teóricos basados en la evolución del desarrollo, la genética de la complejidad, la epigénesis y otros mecanismos que permitan vincular los procesos cognitivos ontogenéticos con el ambiente y su relación con los patrones y procesos observados a nivel filogenéticos. Esto ayudaría a superar antiguas propuestas como la de la recapitulación promoviendo escenarios en donde todas las dimensiones de esta asombrosa particularidad evolutiva puedan ser articuladas.
Por último, otra interpretación filogenética consiste en considerar a la música como un producto de la evolución biológica actuando en concierto con la evolución cultural. En este caso, es necesario desarrollar marcos teóricos que permitan explicar este tipo de dinámica (el efecto Baldwin constituye un mecanismo «candidato»; cf. Weber y Depew 2003). Para ello es importante determinar cuál sería el componente cognitivo-musical que es susceptible de evolucionar biológicamente y cuál es el que se hallaría bajo los efectos de la evolución cultural.
Sobre la traducción al español consideramos desafortunado la licencia tomada por la editorial al distorsionar ostensiblemente el sentido del título, y sobre todo, al quitar las palabras claves mind y body del subtítulo. Esta traducción incurre en frecuentes desviaciones, que son básicamente de dos tipos. Por un lado mal uso de ciertas denominaciones técnicas (por ejemplo, reemplaza Homo del original por Homo sapiens, enunciando absurdamente que “entre 500.000 y 100.000 años atrás, podrían haber vivido varias especias diferentes de Homo sapiens” pag. 364) Por otro lado, traducciones de términos específicos (por ejemplo Infant-directed speech (IDS)), valiéndose de expresiones de sentido común, (Lengua Adaptada a los Niños), en vez de adoptar la expresión de uso en la literatura en el área (en este ejemplo: Habla dirigida al bebé (HDB) o Habla dirigida al infante (HDI). A propósito de esto, nótese como ejemplo de falta de orientación disciplinar que comúnmente traduce infant por niño, siendo que la expresión inglesa infant en la literatura en desarrollo cognitivo se restringe a temprana infancia (de 0 a 2 años).
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