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Elixabete Imaz (ed.): La materialidad de la identidad

Reseña de Ainhoa Kaiero Claver

Donostia-San Sebastián: Hariadna Editoriala, 2008, 332 pp.
ISBN: 978-84-934094-2-5


El presente libro se enmarca dentro de las actividades de discusión e investigación organizadas por la Red de Investigadores “Las astucias de lo social”. Como el propio término “red” (tan difundido hoy día en relación con el concepto de la “sociedad de la información”) apunta, este colectivo acoge una variedad de investigadores pertenecientes a distintas disciplinas y prácticas de estudio, con el objeto de establecer un diálogo horizontal en torno a las problemáticas clave que atañen a los procesos de construcción de la identidad en las sociedades contemporáneas. Concretamente, La materialidad de la identidad, ofrece un compendio de artículos elaborados a partir de las propuestas y discusiones realizadas en el marco de su último encuentro celebrado en Arteleku (Diputación Foral de Guipúzcoa) durante el año 2005. Este encuentro contó con la participación mayoritaria de sociólogos y antropólogos, pero también albergó las propuestas de académicos provenientes del ámbito del pensamiento (Carmen Pardo), así como de estudiosos del arte y la música (Luis Jorge Marzo o Héctor Fouce) e incluso de artistas (Juan Luis Moraza).

El libro supone una interesante muestra de las posibilidades de articulación de una investigación interdisciplinar sobre los procesos actuales de construcción de la identidad, problemática que parece haberse convertido en un importante referente para diferentes ámbitos académicos, así como para la práctica artística. El eje transversal que recorre los diferentes artículos es precisamente el interés por reflexionar acerca de estos procesos de construcción de la identidad en su relación con los soportes materiales. Soportes (espaciales, corporales u objetuales, tecnológicos) en los que estas identidades se expresan y materializan y, al mismo tiempo, soportes que posibilitan su emergencia y determinan su articulación de manera específica. Se trata, por tanto, de un proceso de construcción que se indaga en esta circularidad que va de la identidad a sus soportes materiales y del soporte material a las identidades que posibilita.

Las identidades que aquí se narran se alejan de la estabilidad, unidad y esencialismo con que la modernidad las contemplaba, y se acercan a ese otra concepción (más acorde con la modernidad líquida definida por Zygmunt Bauman) en la que las identidades se visionan como procesos marcados por cierta precariedad y ambivalencia. De ahí que se propicie una relectura de los soportes materiales a la luz de estas premisas, tratando de estudiar estos procesos identitarios a través de su imbricación con soportes más “líquidos”, efímeros, sutiles. Y es que como expone la tesis desarrollada por Gabriel Gatti en uno de los artículos (“Identidades (de la) basura”), si a la identidad “fuerte” (de la modernidad) le corresponden una materialidad duradera y unas formas de representación modernas, a esta nueva identidad “débil” debería de corresponderle una materialidad inestable y no duradera (que él ve encarnada en el concepto de desecho o basura) y unas nuevas formas de representación “no modernas” (es decir, herramientas conceptuales y enfoques metodológicos innovadores).

El propósito general de esta compilación parece ser, por tanto, el de proponer nuevos enfoques conceptuales y metodológicos que atiendan a estas materialidades inestables como vía para la comprensión de los procesos identitarios actualmente en curso. Los artículos se desglosan en relación con tres soportes u ámbitos materiales distintos: el espacio, propiciando lecturas que desplazan el interés de los territorios acotados a sus márgenes en fronteras e intersticios; el cuerpo, como materialidad que permite una lectura de las identidades más flexible y performativa (si se quiere, menos esencialista); y las nuevas tecnologías, como soporte en el que se entretejen y despliegan tanto nuevas formas de interacción, como nuevas formas de subjetividad más ambivalentes y dinámicas.

Todo este aparato conceptual y metodológico nos remite, en cierta manera, al pensamiento post-estructuralista y a ciertas prácticas artísticas vigentes desde los años 60 del siglo XX. Este arte ha sido, en este sentido, un importante laboratorio para la reflexión y ensayo de nuevas materialidades ligadas a los modos de existencia contemporáneos. Muestra de ello son las prácticas artísticas vinculadas con la instalación (experimentación en torno al espacio), la performance art (donde los procedimientos corporales cobran protagonismo) o el arte electrónico experimental (donde se indagan las nuevas modalidades de subjetividad e interacción social ligadas al uso de nuevas tecnologías). Se trata de prácticas artísticas que en su imbricación con determinadas corrientes de pensamiento (el post-estructuralismo principalmente) han contribuido a la articulación de nuevas categorías y coordenadas conceptuales desde las que abordar los procesos identitarios de las sociedades contemporáneas. Este compendio de artículos pone de manifiesto, en este sentido, el encuentro entre estas perspectivas artísticas y filosóficas y los enfoques y prácticas desarrolladas por sociólogos y antropólogos en su estudio de las problemáticas actuales ligadas a la construcción de identidades.

La principal aportación de este libro (así como de las jornadas de encuentro que le dieron origen) se cifra precisamente en la exploración que realiza de las posibilidades que este diálogo (pensamiento artístico-ciencias sociales) puede ofrecer a las prácticas de estudio etnográficas y sociológicas. El resultado de dicha exploración, sin embargo, se muestra desigual: si por un lado se pone de manifiesto el enriquecimiento que supone la adopción de estos nuevos enfoques provenientes del ámbito del arte y del pensamiento contemporáneo, por otro, también se evidencian las dificultades y desencuentros que pueden surgir a la hora de incorporarlos. Este último aspecto, no obstante, no hace desmerecer al libro, sino todo lo contrario, dado que el interés radica precisamente en ver las convergencias y divergencias que pueden presentarse en el curso de este diálogo interdisciplinar aún en construcción.

Una de las dificultades, a mi entender, se encuentra en la organización y clasificación global de los artículos en función de los tres ámbitos materiales: espacio, cuerpo y tecnología. Los artículos referentes a distintas problemáticas sociales (principalmente migraciones, género y sociedad mediática) se insertan dentro de esta división tripartita que en parte obedece a otras lógicas más próximas al ámbito del pensamiento o de la praxis artística. Esta división resulta operativa en el caso de numerosos artículos cuyo análisis social converge con problemáticas espaciales (como es el caso del urbanismo etnográfico propuesto por Teresa del Valle o de la antropología de las fronteras expuesta por Aitzpea Leizaola), corporales (como es el caso del estudio de los itinerarios corporales trazado por Mari Luz Esteban, el análisis de la percepción del cuerpo embarazado realizada por Elixabete Imaz o el trabajo de David Casado-Neira sobre las concepciones del cuerpo en la donación de sangre) o tecnológicas (tal vez sea este el bloque que mejor se adapta a los contenidos de sus artículos).

Sin embargo, dentro de estos diferentes bloques también encontramos algunos artículos cuyo contenido queda algo “desmarcado” respecto a estos ejes fundamentales en los que se insertan. Es el caso del artículo sobre las “Identidades (de la) basura” de Gabriel Gatti, cuya inserción dentro del bloque “Espacios” resulta un tanto arbitraria si tenemos en cuenta que en él se desarrolla una reflexión sobre la centralidad de los materiales de desecho en nuestra cultura (la temática espacial, por tanto, no queda abordada de manera explícita). Otros artículos presentan una posición ambivalente, sobre todo aquellos referidos a las problemáticas de la migración y los desplazamientos. Si el artículo de Ignacio Irazuzta “Identidades de ida y vuelta: hacia una sociología política del movimiento” queda oportunamente englobado dentro del bloque de los espacios en virtud de su reflexión sobre las comunidades transnacionales, el artículo de Aurora Álvarez “Habitando espacios de frontera. Más allá de la victimización y la idealización de las mujeres migrantes” se inserta por el contrario en el bloque “Cuerpos”, a pesar de que esta problemática no es explícitamente abordada en su trabajo (un caso parecido lo encontramos en el artículo de Elena Casado y Antonio Agustín García sobre la violencia de género, de manera que estas inclusiones parecen responder a una equiparación mecánica entre las cuestiones de género y aquellas problemáticas referidas al cuerpo). De igual manera, el artículo “La movilidad: quietos a la velocidad de la luz” de Jorge Luis Marzo, donde se acomete un examen crítico sobre el concepto de movilidad ligado al empleo de las nuevas tecnologías portátiles, se introduce dentro del bloque “Tecnologías”, aunque también podría casar con las problemáticas del espacio. Ciertamente, en la introducción del volumen se nos advierte de la existencia de elementos transversales entre los diferentes bloques temáticos, pero la inserción de determinados artículos en el seno de ese marco tripartito puede resultar en ocasiones un tanto arbitraria y contribuir a una desorientación en la lectura. De todas formas, esta falta de adecuación podría también apuntar al hecho de que la complejidad de ciertas problemáticas sociales no se deja reducir del todo a estos esquemas conceptuales.

Por otro lado, la aplicación concreta de estos nuevos enfoques metodológicos a los distintos objetos de estudio tratados en los artículos, también evidencia algunas dificultades. Cada uno de los bloques se abre con una primera contribución en la que se exponen algunas de estas nuevas herramientas conceptuales y metodológicas desde las que aprehender situaciones sociales que se perciben en proceso de cambio. No obstante, la aplicación de estos enfoques no se refleja tanto en otros artículos del bloque que, pese a introducir ciertos conceptos novedosos, adoptan perspectivas sociológicas o etnográficas más “clásicas” en sus investigaciones de campo. La operatividad de algunas de las herramientas metodológicas expuestas en estos artículos introductorios queda, por tanto, algo desdibujada.

El bloque “Espacios”, por ejemplo, se inicia con la contribución de Teresa del Valle, “Los intersticios en el eje de una mirada etnográfica al espacio”, donde se formula un nuevo método de observación para la etnografía urbana a través del estudio de los intersticios. La utilización de este recurso conceptual (el intersticio) da lugar a una lectura de-constructiva que nos abre la mirada a la multiplicidad, a los cambios y a las posibilidades de transformación que podemos encontrar en el espacio urbano. Se trata de un enfoque sumamente interesante que ha sido puesto en práctica en numerosas ocasiones en las instalaciones e intervenciones del espacio urbano realizadas por diversos artistas. Lo que no llega a demostrar contundentemente el artículo es cómo esta práctica de observación puede servir al análisis de diversos aspectos de lo social, ya que la mayor parte de sus apuntes se quedan en una dimensión estética. Este aspecto queda un poco en suspenso, porque si bien algunos artículos restantes siguen este hilo de continuidad, otros abordan problemáticas ligadas a espacios determinados desde perspectivas más “clásicas” de la etnografía (caso de la crítica que Beatriz Moral realiza a los marcos de exposición de los museos etnográficos) o presentan una reflexión sobre aspectos que no atañen directamente a la problemática espacial (como es el caso del artículo sobre las identidades basura anteriormente mencionado). Los artículos de Aitzpea Leizaola y de Ignacio Irazuzta, no obstante, establecen un puente entre estos enfoques novedosos (donde la atención se desplaza de los espacios acotados y establecidos, a la ambivalencia dinámica de los márgenes, las fronteras, los intersticios) y el estudio concreto de ciertos procesos sociales. Desde una lectura en clave socio-política y tomando el caso de los vascos de Buenos Aires como referencia, Ignacio Irazuzta reflexiona sobre los procesos de construcción de identidades transnacionales (ligados al concepto de diáspora), tras el declive de los Estados y de sus mecanismos asimilacionistas de la inmigración en una ciudadanía pública, estable y racional que servía como marco normativo para las relaciones sociales. El artículo de Aitzpea Leizaola, por su parte, se centra en el estudio de los espacios fronterizos como marco desde el que comprender los procesos de distinción, convivencia y negociación simbólica que articulan las identidades territoriales. Estos dos artículos, en cambio, contribuyen con mayor eficacia a una mejor comprensión de las potencialidades que ofrece la lectura de estos espacios intersticiales para el estudio de diversos aspectos ligados a las comunidades humanas y sus procesos de construcción identitaria.

El apartado referido a los “Cuerpos”, se inicia igualmente con una propuesta teórica-metodológica por parte de Mari Luz Esteban en el artículo “Etnografía, itinerarios corporales y cambio social: apuntes teóricos y metodológicos”. Esta propuesta innovadora se centra en la narración de itinerarios corporales particulares como método para el estudio de las identidades y prácticas de género y sus transformaciones. El análisis corporal se plantea aquí como herramienta que sirve a romper ciertas categorías fijas, estereotipos o esencialismos generados en torno a la percepción de los roles sociales y las identidades de género, y contribuye a crear una comprensión de estos fenómenos atendiendo a las prácticas y experiencias subjetivas, las cuales poseen un carácter más dinámico, abierto y flexible. Sin embargo, el artículo no llega a resolver del todo la cuestión de si esta propuesta metodológica es capaz de elevarse por encima de la descripción de experiencias particulares, contingentes y heterogéneas para apuntar a cuestiones socialmente significativas. De hecho, varios artículos de este bloque que descifran algunas claves para la comprensión de fenómenos socialmente relevantes, se encuentran alejados de un análisis corporal o performativo propiamente dicho. Es el caso de la contribución de Aurora Álvarez sobre las mujeres migrantes del Este que desempeñan un papel crucial en el cuidado de las familias y cuyo trabajo afectivo es completamente invisibilizado y explotado por una economía que no reconoce la dimensión afectiva y emocional como fuente de valor integrada en el sistema. Otro tanto ocurre con el trabajo de Elena Casado y Antonio Agustín García en el que se aborda la violencia de género entre parejas heterosexuales, incidiendo en la transformación que han sufrido ciertos roles tradicionales y en cómo esta circunstancia propicia en algunos hombres una ruptura en las dinámicas de reconocimiento. El artículo de Elixabete Imaz supone una excepción a lo dicho, dado que en él, el análisis de la percepción del cuerpo embarazado en el espacio público da lugar a una reflexión sobre las concepciones sociales de la gestación y la maternidad, así como al testimonio de la resistencia que ciertas mujeres experimentan hacia las mismas.

El bloque dedicado a las “Tecnologías” se inicia con una interesante propuestas metodológica expuesta por Amparo Lasen en el artículo “Observaciones del uso de tecnología en espacios urbanos. Crónica de un taller de sociología visual”. El artículo narra la experiencia de un taller de sociología visual realizado en Arteleku con la participación de antropólogos y sociólogos, así como de artistas, en el que se recogieron indicios sobre las prácticas e interacciones urbanas mediadas por el uso de tecnologías (móviles, cajeros, etc.) empleando para ello las propias herramientas tecnológicas (video y principalmente fotografía). La descripción de este taller da pie a una reflexión sobre la utilidad de estos medios (fotografía, etc.) en el estudio de aspectos sociales, sobre la relación que históricamente se ha dado entre la sociología y la fotografía, y sobre las posibilidades de renovación metodológica que ofrecen las nuevas formas de representación del arte contemporáneo en la creación de conocimiento sobre la sociedad. En un entorno actual en que las tecnologías y la imagen se erigen cada vez más en importantes catalizadores de la articulación de lo social, Lasen señala oportunamente cómo el conocimiento por parte de antropólogos y sociólogos de estas prácticas artísticas (ligadas principalmente al uso del vídeo y la fotografía) puede enriquecer su labor investigadora con una reflexión crítica sobre las mediaciones y los marcos de representación desde los que se construyen las imágenes sobre la sociedad. Lasen formula así una interesante propuesta sobre cómo nutrir este estudio de lo social con ciertas aportaciones procedentes del ámbito artístico. El resto de artículos integrados en este bloque exponen diferentes consideraciones sobre las nuevas formas de subjetividad e interacción social desarrolladas a partir del uso de nuevas tecnologías, abordando estas problemáticas desde perspectivas más cercanas al ámbito de la filosofía y de las prácticas artísticas por un lado (Juan Luis Moraza y Carmen Pardo), y desde enfoques más sociológicos por otro (Jorge Luis Marzo y Hector Fouce).

El artículo de Moraza “Tecnopatías” recoge una reflexión filosófica sobre la relación entre la técnica y una razón instrumental obsesionada por controlar y diluir la incertidumbre de lo real, aportando para ello un interesante examen de las aporías a las que ha conducido la tecnificación de la subjetividad y de la vida en nuestra sociedad y proponiendo como alternativa la posibilidad de una reconversión de la técnica en arte. Continuando con algunas de las cuestiones abiertas en el artículo precedente, Carmen Pardo realiza una aproximación estética a las nuevas posibilidades de percepción, de subjetividad y de formas de producción de la existencia ligadas al soporte tecnológico y digital. Frente al ejercicio de alienación y control con que el capitalismo de las multinacionales gobierna el uso de estas tecnologías, Pardo propone, apoyándose en algunas prácticas artísticas de vanguardia y en discursos filosóficos próximos al post-estructuralismo (Guattari principalmente), una concepción liberadora y alternativa donde la tecnología sirve de soporte al despliegue de una subjetividad fluida, nómada, versátil y creativa y de nuevas formas de interacción abiertas y plurales que pueden hacer frente a los procesos de uniformización de las lógicas dominantes del discurso. El artículo de Marzo “La movilidad: quietos a la velocidad de la luz” nos ofrece, sin embargo, un interesante contrapunto al abordar desde el enfoque de una sociología crítica ciertos “mitos” creados en torno a la movilidad y conectividad facultada por las nuevas tecnologías (los cuales, en cierta manera, también pueden rastrearse dentro de los discursos filosóficos y las prácticas artísticas anteriormente descritas). Marzo revela en este sentido cómo la retórica de nomadismo y “poligamia situacional” (la posibilidad de crear experiencias múltiples) que acompaña a los medios, se ve descompensada por una realidad social habitada por individuos cada vez más aislados y localizados que se retraen en la esfera privada, así como por una estandarización cada vez más férrea que afecta ya no a los discursos, sino a la propia estructura de los medios que sustenta esta conectividad. Si la contribución de Lasen mostraba las aportaciones que el ámbito artístico puede ofrecer al estudio de lo social, el artículo de Marzo demuestra, por su parte, el contrapunto crítico que las ciencias sociales pueden aportar a ciertas retóricas implantadas en el mundo del pensamiento y de las artes. El bloque se cierra finalmente con la interesante contribución de Hector Fouce sobre los programas de telerrealidad (como el fenómeno “Operación Triunfo”) en los que se evidencia de manera transparente el juego paradójico establecido entre la pretensión de comunicación de una experiencia natural y genuina y su mediación y construcción “inauténtica” por parte de la industria del espectáculo.

Como conclusión a todo lo expuesto anteriormente, reseñaremos que este diálogo entre las ciencias sociales y las perspectivas provenientes de los ámbitos del pensamiento y de las artes ofrece un amplio abanico de propuestas con resultados heterogéneos y desiguales. Si por un lado encontramos artículos en los que ambos enfoques se imbrican de manera productiva, también hallamos otros en los que las dos perspectivas no llegan a converger y parecen caer aparte: de un lado se sitúan contribuciones teórico-metodológicas innovadoras que, sin embargo, no llegan a articular un conocimiento sólido de lo social y, por otro, investigaciones de campo cuyas principales líneas de desarrollo no privilegian la incorporación de estos nuevos enfoques. Así mismo, si en determinados artículos los conocimientos derivados de los ámbitos artísticos y filosóficos sirven a nutrir las reflexiones y prácticas de las ciencias sociales, también es cierto que el ejercicio de la sociología y la antropología puede servir a matizar críticamente algunos de estos discursos artístico-filosóficos.

Todo lo cual hace de este libro una excelente muestra de las posibilidades de este diálogo en construcción, de lectura imprescindible para toda aquella persona interesada en una aproximación interdisciplinar a las problemáticas de la identidad en nuestra sociedad actual.


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