Prólogo de Manuel Ríos Ruiz.
Sevilla, Signatura Ediciones, 1998
¿Quién era Hugo Schuchardt? ¿Quién es Gerhard Steingress? ¿Qué tienen que ver estos dos nombres, aparentemente tan exóticos, con la historia del flamenco? ¿Qué le debe Sevilla, patria de Silverio, a Salzburgo, cuna de Mozart? Repasemos los datos. Procedente de Austria, el eminente filólogo Hugo Schuchardt llegó a España en 1879, aunque su estancia entre nosotros apenas si se prolongó medio año. Pero pocas veces se ha aprovechado mejor el tiempo. Su fugaz visita se saldó con un notable beneficio para la cultura española. En lo que se refiere al conocimiento científico del flamenco, por ejemplo (pero Schuchardt, hay que recordarlo, fue también eminente vascólogo y notable calderonista).
Le bastó escribir un extenso artículo, el famoso Die Cantes Flamencos, de 1881, para sentar las bases de una revolución en la apreciación de qué cosa fuera "lo flamenco". Pero esa revolución, por desgracia, no se produjo. Aquel artículo, publicado en alemán en la Zeitschrift für Romanische Philologie, no tuvo inmediata traducción al español: en realidad, ha habido que esperar ¡a 1990! para contar con una traducción íntegra (y además anotada y comentada). Pero lo poco que los folkloristas españoles del círculo de Sevilla conocieron de su contenido les espoleó y les animó a seguir adelante en su empresa. A veces, corrigiendo el rumbo. El Demófilo que publica en Madrid los Cantes flamencos y Cantares en 1887, ya no es el mismo Demófilo (en lo que se refiere al flamenco) que publicó en Sevilla la Colección de cantes flamencos, en 1881, como he intentado demostrar en mis ediciones comentadas de estos dos libros (Madrid, Austral, y Sevilla, Signatura Ediciones, respectivamente). Pero el mismo Schuchardt, a su regreso a Austria, se había distanciado del flamenco como objeto de su interés, había pasado a ocuparse de otras materias, no puso ningún empeño en verter al castellano su decisivo artículo, que, por lo tanto, quedó sin ser decisivo, hasta que...
Hasta que, en 1993, aparece el libro de otro profesor austríaco: la Sociología del Cante flamenco, de Gerhard Steingress (Salzburgo, 1947). Al contrario que Schuchardt, las estancias de Steingress en España han sido prolongadas, incluso antes de establecerse definitivamente en ella. Ya desde los años sesenta recorre como turista la geografía peninsular y comienza su interés por el flamenco. Este sociólogo salzburgués, con una sólida posición académica en su país, sentirá, como tantos otros, la fascinación de España, y en especial, la mágica llamada de Andalucía. En 1989, sus inquietudes, y los imprevisibles azares de la vida, le hacen dejar atrás su país natal para volver y establecerse defintivamente en el sur. Siente la llamada de Andalucía en su corazón; pero también en su cabeza acoge el desafío intelectual que representa comprender un arte considerado por casi todos como arcano, irracional, incomprensible y vagorosamente mítico. En los ochenta, Steingress recorre la geografía flamenca de Andalucía. En vivo o en disco, escucha religiosamente a los cantaores; asiste a los festivales de verano; pero entra también en las juergas y los reductos íntimos; paladea lo mismo a Luis Agujetas que a Kiko Veneno. Si las noches están dedicadas a la música, el día lo ve entrar en bibliotecas, en archivos, en hemerotecas de Jerez y Sevilla, donde se abisma en el misterio con la luminosa linterna de la sociología dialéctica. En 1990, traduce y anota Die Cantes flamencos de su compatriota Hugo Schuchardt, cuya publicación corre a cargo de la Fundación Machado, institución heredera de los ideales de Machado y Álvarez, el amigo sevillano de Schuchardt. Y en 1993, aparece su Sociología del Cante flamenco, que no pocos consideran ya la biblia de la nueva flamencología científica. Al contrario que el célebre artículo de Schuchardt, este libro aparecerá primero en español, y no tendrá versión alemana (y corregida, y aumentada) hasta 1997.
Bastaría reproducir el índice de Sobre Flamenco y flamencología para darnos cuenta de su interés y de su importancia: "Ambiente flamenco y bohemia andaluza", "Flamenco: valor universal y leyenda", "Teoría social e historia comparada del flamenco, el tango y el rebétika", "El cante flamenco como manifestación artística, instrumento ideológico y elemento de identidad andaluza" son los títulos de algunos de su catítulos, todos ellos inéditos en libro y, alguno, ahora traducido por primera vez del inglés.
Pero no nos proponemos resumir aquí las ideas expuestas por Steingress en este libro nuevo suyo. Estas ideas son, por lo demás, bien conocidas de los especialistas. Y para quien quienes no las conozcan, baste con decir que si persisten en su ignorancia se habrán alejado definitivamente de una comprensión racional, científica, moderna, de este fenómeno musical y cultural que es el arte flamenco, para siempre convertidos en estatuas de sal de la mitología palabrera. A partir de los trabajos de Steingress, ya no es posible seguir fabulando sobre la "etapa hermética" o los presuntos orígenes gitanos (o judíos, o moriscos...) del flamenco ni, menos aún, defendiendo purismos sin mezcla en nombre de no se sabe qué insostenible ortodoxia. Ahora sabemos que el flamenco es un arte romántico europeo, en sus inicios, y un arte universal, vivo y cambiante, hoy.
Que en la empresa de revelar la verdadera naturaleza del flamenco un austríaco haya sucedido a otro austríaco no es, quizá, más que un mero azar, una simple casualidad; sí, una casualidad, esa causa obstinada y reincidente que los filósofos de la Historia se empeñan en ignorar. Bendita casualidad, en este caso. Esa que se empeña en unir Sevilla con Salzburgo. A Mozart con Silverio. A Schuchardt con Steingress, y a ambos con Demófilo.