Oxford: Oxford University Press, 2008, 254 pp
ISBN: 978-0-19-532637-6
Enfrentarse como lector a una monografía siempre es una incógnita a pesar de lo poco conscientes que somos de ello. A pesar de que este tipo de trabajo viene a ser el rito de paso con el que todo autor académico exhibe sus habilidades y conocimientos ante la comunidad hermenéutica de iguales, todos acumulamos muchas de ellas en nuestras estanterías en busca de un momento para leerlas, que sólo llega, cuando se da el caso, si nuestro siguiente trabajo nos obliga a revisar los trabajos sobre un tema concreto.
Este no fue al caso cuando me enfrenté a la lectura de Nor Tec Rifa, de Alejandro Madrid. Me internaba en un campo, el de la música electrónica, que me causa curiosidad, pero sobre el que apenas he trabajado. En un entorno geográfico, el de la frontera entre México y Estados Unidos, que me es ajeno. Y en un marco intelectual, el que aborda los problemas postcoloniales y fronterizos, lejano a mis intereses actuales. Y sin embargo la lectura de este libro me ha enriquecido profundamente, me ha iluminado como autor, me ha obligado a plantearme cuestiones que no solían estar en mis documentos de trabajo y, además, me ha hecho disfrutar enormemente.
El gran mérito de este libro de Alejandro Madrid es que combina una detallada y vívida etnografía con el planteamiento de cuestiones generales que interesan a la comunidad de investigadores en general. Es un libro que adopta una tremenda empatía con su objeto de estudio: si se trata de estudiar un género fronterizo, entonces la aproximación disciplinar así como la inmersión personal serán transfronterizas, mientras que el método será interdisciplinar. Todo autor se arriesga, al adentrarse en un territorio tan pantanoso tan falto de asideros, a crear simplemente un collage de influencias, de marcas y territorios. Sin embargo, Madrid muestra su madurez intelectual creando un artefacto sugerente, detallado y animadísimo, al tiempo que perfectamente estructurado.
El objeto de estudio elegido es el Nor-Tec, un género musical cultivado en Tijuana, justo en la frontera de México con Estados Unidos, que utiliza los procedimientos creativos (sampler, loop) y los marcos estilísticos de la música electrónica de baile, nutriéndose para ello de la música norteña mexicana. Como propone Madrid, la elección consciente de hibridar una música internacional con una música estrictamente local implica una doble estrategia identitaria, un intento de conectar Tijuana con el mundo pero fuera de los circuitos nacionales, una forma de negociar la especificidad de la identidad musical de Tijuana en oposición con las músicas que habitualmente definen la identidad mexicana hacia el exterior, como el corrido o los mariachis. Al tiempo, es un salto sobre la barrera generacional y de clase que marca a la generación joven de Tijuana: mientras que los jóvenes de clase media alta se rebelaban contra sus padres escuchando rock americano, los jóvenes de clases bajas escuchaban onda grupera, con la mirada más enfocada hacia Latinoamérica.
En este contexto, la recuperación de una música con marchamo tradicional de la mano de la electrónica de baile permite a Madrid “mostrar como los individuos en circunstancias liminares continuamente negocian sus identidades, sus pasados, sus presentes y sus imaginarios futuros en la producción, regulación y consumo de objetos culturales” (p.3). Más allá del interés por una cultura local, esta aproximación le sirve al autor para reflexionar como “estos tipos de negociación son estrategias que permiten a las comunidades fronterizas manejar y navegar sus vidas cotidianas bajo los desafíos y presiones de la globalización” (p.3). Lo que se inicia como una inmersión en una escena muy localizada permite encontrar claves para pensar el mundo global en el que nos movemos. Aquí está uno de los puntos fuertes del texto.
Una buena etnografía es aquella que permite, precisamente, salir de la mera descripción densa para leer el objeto de estudio como crisol de ideologías, problemas, identidades y comportamientos que pueden ser comunes a otras culturas u otros contextos. Pero requiere, en primer lugar, de una buena aproximación al objeto, del despliegue de habilidades que muchas veces no se adquieren sino por la experiencia y que cristalizan en una capacidad empática con el objeto que no puede nublar la intención crítica y analítica. En este sentido, la experiencia de Madrid como hijo de la frontera termina siendo una importante herramienta de trabajo: le permite conocer las connotaciones culturales, geográficas y generacionales que cada tipo de música tiene en Tijuana y le permite, además, comprender las complejidades identitarias que supone ser un mexicano del norte en relación a la identidad nacional. Creciendo hasta la adolescencia en la frontera con Estados Unidos, Madrid aprendió a relacionarse “con una serie de discursos ideológicos y prácticas cotidianas que serían vistas como contradictorias para la mayoría de los mexicanos del centro del país” (p.12).
Junto con esta capacidad empática nacida de la propia experiencia personal, hay que agradecer al autor su apuesta por mantener en la medida de lo posible la viveza del lenguaje de las aportaciones de los informantes. Aunque el libro está escrito en inglés, crece cuajado de expresiones de marcado color local, evaluaciones del interés musical de las piezas, de las intenciones de músicos y agentes culturales, que perderían su valor expresivo si se hubiese apostado por la mera traducción. Buena parte de la energía del libro arraiga precisamente en el poderío expresivo de los informantes, en su capacidad para, con una sola frase, definir las complejidades y contradicciones de su situación cultural y vital. En un libro cuajado de aportaciones de los informantes, articuladas por el discurso analítico y teórico del autor, el lector es capaz de situarse en medio del contexto para escuchar a los músicos tijuanenses defender su música y sus estrategias culturales.
Las ambiciones y las herramientas de trabajo de Alejandro Madrid son expuestas con claridad en una introducción en la que describe su objeto de estudio y el marco teórico para abordarlo. Sabemos así que los músicos de Nor-Tec habían probado suerte en otros géneros de la música electrónica sin lograr repercusión alguna. También que sus oyentes más fieles forman parte de un colectivo difuso de tijuanenses llamado los culturosos, el entorno social en el que la escena se ha desarrollado.
Madrid define el Nor-Tec, en tanto género musical, como una estrategia de significación social de una idea estética más que un mero estilo musical (p. 10). Esta continuidad entre los elementos sonoros y su inserción en lo social tiene especial relevancia en un entorno como la ciudad de Tijuana, que ocupa en el imaginario estadounidense un espacio mitológico de inmoralidad, perversión y violencia que la propia ciudad ha transformado en una próspera industria, convirtiendo la mitología en consumo (p.13). Este fagocitación de los mitos en el capitalismo lleva a Madrid a apropiarse de las ideas de Baudrillard para describir Tijuana como un espacio en el que el simulacro ocupa el lugar de lo real, como un espacio de deseo y fantasía que son negociados a través del consumo.
En el primer capítulo titulado Origins revisited: Myth and Discourse in the Nor-tec Collective, Madrid explora las tribulaciones que la escena local de Tijuana sufrió hasta el surgimiento del estilo Nor-Tec. Su inicio lo marca un origen mítico: en una fiesta que aglutina a la escena local de los culturosos, el DJ Pepe Mogt anuncia que tienen un disco recién salido del horno. La expectación crece a lo largo de la fiesta, los asistentes preguntan constantemente “¿Cuándo van a poner el CD?” Cuando las tres piezas suenan, los oyentes escuchan alucinados sin saber que es el origen de un movimiento que proyectará Tijuana a nivel mundial en la escena de la música electrónica. Pero esta historia de éxito hay que enmarcarla en un trabajo anterior y en un contexto peculiar, marcado por la influencia de las radios estadounidenses para dar a conocer la música electrónica internacional y por la creciente globalización, especialmente influyente en este tipo de música. Madrid afirma que cada cambio musical en Tijuana viene a ser una respuesta local a los cambios sufridos por la industria musical transnacional (p.44). De hecho, la creación de un estilo bicultural y bilingüe como el Nor-Tec es una reacción a la falta de interés del mundo global hacia la producción anterior de los músicos tijuanenses, que no tenía huellas de su inserción local.
En el tercer capítulo Getting the world around, Madrid se fija en las estrategias de diseminación y promoción de la música Nor-Tec, a partir de la constatación de que era posible escuchar esa música en buena parte de Estados Unidos, pero muy complicado comprar un CD en las tiendas de Tijuana. Y es que parte del interés de observar este fenómeno tiene que ver con que se produce en el contexto de una tremenda crisis (económica, pero también de identidad) de la industria musical. Así, aunque alguna discográfica estadounidense gestiona sus discos, los miembros del colectivo Nor-Tec utilizan estrategias puramente underground a través del uso de listas de correo, jugando con el prestigio que supone, para los fans, participar de una comunidad musical exclusiva (y aquí asoma de nuevo el aura benjaminiana en plena era de la reproducción digital). Se establece un abismo entre las estrategias de comercialización y las de consumo y recepción, que en otra época iban de la mano. De hecho, el músico Raúl Tamayo (Fax) asegura que es un honor que pirateen tu CD (p. 91), pues muestra la implicación de los fans y promete una diseminación a nivel popular que permite saltar sobre emisoras y discográficas. Nor-Tec aparece como un caso paradigmático de nuevas estrategias de distribución y de consumo en la era de la música digital.
Otro interesante asunto que se aborda en este capítulo es la estrategia de las marcas para capitalizar el Nor-Tec en Estados Unidos de cara a las audiencias latinas. Una marca de cervezas organiza un festival con artistas de diversas procedencias y estilos que termina siendo un fracaso; la competencia es capaz de montar un cartel más coherente al entender que el uso del español no solo une, sino que también divide a las audiencias. De hecho, Madrid se entretiene en explicar los ilustrativos cambios que los folletos publicitarios sufren al llegar el tour a Miami, con el objetivo de hacer sonar menos mexicana la oferta musical: se trata, en último termino, de recalcar una latinidad imaginaria blanca que caracteriza a las comunidades latinas de Miami frente al estereotipo mestizo que el mexicano encarna y que Nor-Tec explora como arma cultural (pp.107-113).
Junto con las estrategias de distribución y el juego con los referentes latinos, una tercera característica del discurso del Nor-Tec es la centralidad de la propia ciudad de Tijuana como sujeto y objeto de la música, abordada en el capítulo cuatro: “Where’s the Donkey’s Show, Mr. Mariachi?”: Reterritorializing Tj [Tijuana]. Son muchas las composiciones de los miembros del colectivo que proponen la ciudad como protagonista de los temas (Alejandro Madrid se detiene en el análisis musical de las canciones, explicando el origen de los samplers y sus connotaciones y ubicándolos en el panorama cultural de la ciudad). Al tiempo, hay un juego perverso con la tradición musical y con los estereotipos sobre Tijuana: el colectivo se atreve a actuar en los locales señeros de la música norteña y hace uso de su característica imaginería (los sombreros de cowboy, por ejemplo), proponiendo no un ejercicio de sustitución sino de hibridación, estableciendo continuidades entre tradición y modernidad global. Al tiempo, los locales habituales de las fiestas Nor-Tec están cerca del paseo principal de Tijuana, el gran supermercado turístico, pero en los márgenes: se acercan al fuego del estereotipo generado por los estadounidenses, pero se mantienen a distancia prudente, conscientes de que el Nor-Tec puede ser engullido por esa estrategia de consumo como un elemento más de la diferencia tijuanense.
Los dos siguientes capítulos (el quinto, Producers, DJs, VJs, Fans, and the Performance of Nor-Tec y el sexto, Dancing with desire) analizan el papel de los públicos en el desarrollo del estilo. Este es sin duda otro de los hallazgos del planteamiento de la investigación: entender el éxito de una música atendiendo sólo al proceso de producción o a la recepción mediada (críticos musicales, prensa, etc.) termina haciendo que los estudios de música popular manejen demasiada incertidumbre en el ejercicio de atribuir significación a la música. En otras palabras, exacerban el papel del analista. En estos capítulos se da voz a los que bailan y disfrutan de la música Nor-Tec. Asistimos entonces a la evaluación que hace la audiencia de las capacidades del DJ, a su propio estupor ante una música que une elementos que antes trabajaban separados y que obliga a los oyentes a establecer un diálogo entre la música y sus estrategias de disfrute, significación y construcción de identidad (p. 148). La tradición es reimaginada a través del cuerpo, que se adapta a una nueva propuesta sonora a partir de la experiencia de cada uno de los danzantes (no bailan igual los tijuanenses que los habituales consumidores de música electrónica de Estados Unidos). La idea de Certeau de que el consumo produce significado se ilustra claramente aquí: es el cuerpo, su plasticidad, el agente que permite solucionar el choque entre dos tradiciones antagónicas ¯o, en muchos otros casos, mutuamente ignoradas- hasta ese momento.
¿Cuál es el impacto real de los discursos y prácticas asociadas al Nor-Tec en el escenario de una ciudad de frontera especialmente sensible a los procesos de cambio de la globalización? ¿Cómo pensar el Nor-Tec desde la perspectiva postcolonial, entendiendo que es una música que se genera precisamente en un espacio caracterizado por la voracidad de las prácticas consumistas del primer mundo? El libro se cierra en el capítulo siete, Nor-Tec and the postnational imagination que pretende dar respuesta a preguntas como esta. Por la cercanía a la ubicación fronteriza y a la situación de colonialidad consumista, los músicos del colectivo comprenden con sagacidad que su apuesta por la hibridación (que nace, no lo olvidemos, como respuesta a su falta de proyección internacional debido a su falta de enganche sonoro local) los coloca en riesgo de ser devorados por las estrategias de marketing. El colectivo Nor-Tec tuvo que enfrentarse a acusaciones de que su trabajo no era político, y se defendieron con notable agudeza. Madrid cita a Jockey TJ, que afirma que “imaginar y hacer imaginar a los otros es una actividad directamente política” (p. 197). En el fondo, estamos ante una polémica ya familiar en la que se discute cuáles son los límites de lo político. La hibridación es un desafío político en tanto es negociación, inestabilidad, conflicto, contradicción a menudo, imaginación y creación (p.194). Pero el discurso de la nación, el que también establece lo que es político, no puede reconocer esas categorías abiertas.
Tras leer el libro, hemos visitado un número inmenso de problemas de primera magnitud en nuestra contemporaneidad: la definición de lo político, las identidades híbridas, los mercados turísticos transnacionales, la crisis de la industria discográfica, la globalización de las escenas locales, las estrategias de negocio en la nueva música digital, los roles activos de los oyentes y bailarines, la complejidad de la performance como espacio de cruce entre discurso y práctica musical, etc. Hemos visitado estos espacios teóricos (y políticos) de la mano de un estilo musical ubicado en una ciudad concreta, al que nos acerca una etnografía rigurosa y enérgica. Una monografía que nos permite, a partir de un ejemplo local, pensar la complejidad del mundo en el que vivimos.
El último acierto que conviene reseñar es que el libro incluye la posibilidad de escuchar, a través de la web de la editorial Oxford University Press, buena parte de los ejemplos musicales mencionados en el texto. Así, el lector que desconoce el estilo tiene al menos unas coordenadas para entender los conflictos que el texto aborda. De este modo, Nor-Tec Rifa se presenta como un trabajo académico de altísima calidad e interés, ya que aborda, rigurosamente anclado en el conocimiento etnográfico localizado, una constelación de problemas que están en primera línea de la agenda de investigación de las ciencias humanas y sociales, espacios de conflicto, de negociación y de fricción, pero también de fascinación y creatividad.