Desde los orígenes de lo que conceptualizamos como flamenco, ha existido una relación estrecha entre los músicos y los espacios performativos (ventas, tabancos, tablaos, teatros, zambras). La precariedad vivida por los y las artistas ha quedado reflejada en cantes y en toques pues, como afirmó el maestro Paco de Lucía al recibir el premio Príncipe de Asturias (2004), “los flamencos eran aquellos que no tenían nada en el frigorífico.” Este y otros motivos relacionados con el concepto de displacement, provocaron que muchos artistas se trasladaran a trabajar a París, Londres o Nueva York. Teniendo en cuenta estos aspectos, en este dossier no solo se hace una revisión histórica de algunos de estos espacios performativos sino que se exploran otros lugares del flamenco, como los centros de enseñanza y festivales actuales. Asimismo, estas investigaciones suponen una reflexión en torno a las consecuencias de la pandemia de la COVID-19, que si bien derivaron en el cierre de estudios de grabación y tablaos, también han provocado que artistas y productores se hayan unido en asociaciones como Unión Flamenca para encontrar una salida a la precariedad estructural y a la situación actual.